Alfonso Ussía
Un milagro
Se trata de un milagro colectivo. De un milagro intelectual y social. «La Verdad os hará libres». Intentaré no resultar farragoso ni excesivamente áspero. En el Colegio de Nuestra Señora del Pilar de la calle Castelló, desde el grado de «Parvulitos», los marianistas nos machacaban a sus alumnos con la caligrafía y la ortografía. El dibujo de cada letra no guarda relación alguna con el de la primera edad. La perfección caligráfica, casi de amanuense, se deja llevar por la libertad de cada uno y, a medida que los años pasan, las letras pierden vigor y se acomodan a los rasgos de cada uno. Pero la ortografía se queda para siempre. En las clases de Gramática del Pilar siempre quedaba un espacio para la Lectura, que era otra asignatura. Saber leer diciendo lo se leía y comprendiendo su significado. Dominar los tonos y las pausas y, simultáneamente, sembrar en los pilaristas el amor por la palabra, desde la palabra y hacia la palabra. De ahí el desajuste mental y el disgusto que nos produce recibir una carta de un antiguo compañero del Pilar, o leer el texto de un pilarista con una falta de ortografía. La más sonada, la del actual Presidente de PRISA, Juan Luis Cebrián, que en su primer intento de novela, «La Rusa», desterró la «s» final del clítoris sustituyéndola por una «x», de tal modo que el «clítoris» perdió su sentido en beneficio del «clítorix», que todavía se está preguntando qué significa y para qué sirve.
Voy al milagro. La Promoción de 1965 del Colegio del Pilar está dividida ante la decisión de la Asociación de Antiguos Alumnos de conceder la Medalla de Oro a don Alfredo Pérez de Rubalcaba. Y se han intercambiado sus miembros por correo electrónico y correspondencia normal toda suerte de opiniones al respecto. Unos están en contra y otros a favor. El Pilar fue siempre respetuoso con las ideas de todos e impulsor de la libertad de expresarlas. Celebra uno de los antiguos alumnos la buena educación y gran sensibilidad política y social de todos los viejos compañeros, que usan de la cortesía para exponer sus opiniones enfrentadas. Nos recuerda que es normal, por cuanto el Pilar de Castelló reunía a un alumnado cercano del poder político, de uno y otro lado.
Una polémica educada es hoy en día una delicia intelectual. Pero una delicia intelectual no alcanza la dimensión del milagro. Y el milagro se ha producido, como nos lo hace ver José María Gómez-Acebo, contrario a la concesión desde una postura perfectamente razonable, como también lo son las partidarias de conceder tan alto honor a Alfredo Pérez-Rubalcaba.
En una sincera comunicación, Gómez-Acebo saca a colación los nombres de dos profesores marianistas inolvidados e inolvidables. Don Celestino García, defensor a ultranza de la libertad y de la ponderación en la exposición de las ideas. Y Don Augusto Barinaga, profesor de Gramática y Ortografía, inflexible con el fallo o la falta, que siempre corregía con una paciencia infinita. Se pueden añadir decenas de nombres de aquellos religiosos marianistas que educaron a numerosas Promociones, a las que enseñaron la Libertad y la Palabra, escritas con mayúsculas.
Y aquí viene el milagro. Centenares de escritos, todos bien redactados y dentro de un tono de compañerismo y ponderación que hoy no abunda. Unos favorables y otros reticentes, por no escribir que adversos. Miles y miles de frases y opiniones acumuladas en sus admirables textos.
Y ninguna falta de ortografía. Ahí está el milagro. Los alumnos de antes abandonaban el Colegio del Pilar con el dominio de la escritura y del idioma adherido a ellos para siempre. Lo del «clítorix» de Cebrián ha sido la excepción que confirma la regla.
Éste es el caso que demuestra con naturalidad el maravilloso milagro de la educación que recibimos entre los fantasmas neogóticos del Pilar de Castelló. Mil textos. Ninguna falta. Un 10.
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