Manuel Calderón
Un orinal y una urna, o al revés
Dos nuevas palabras se han abierto paso en el léxico político español, cuyos significados y quienes los invocan parecen contrapuestos, aunque no tanto: populismo y minimalismo. Empecemos por la primera. El populista se reconoce por no tener pelos en la lengua, como se dice popularmente, valga la redundancia –que es precisamente una de sus características: que sobre antes que falte–, por decir lo que se piensa y por decir, también, lo que las masas quieren oír sin tapujos y ellas mismas expresar a continuación en sus paranoicos tuits. Pero la incontinencia verbal que supone el populismo no significa que le ampare la razón, aunque lo parezca. El populismo siempre está asociado a un líder cuya capacidad expresiva es notable e invasiva: salen en la televisión pregonando lo que todos deberíamos saber desde que tenemos uso de razón a horas en que lo normal sería estar viendo una película de Edgard G. Robinson, por ejemplo. A eso se le llama hiperpolitización: asalto al espacio privado desde la necedad del lenguaje político. No hay populismo sin hiperliderazgo: el guía es en sí mismo el objetivo del movimiento. Una incógnita se cierne sobre el populismo horizontal nacido en las redes sociales: ya no basta con un solo líder, sino con millones de microlíderes dispuestos a decir lo que piensan, aunque sean estupideces. En cuanto al minimalismo, ha irrumpido con motivo de la proclamación del futuro Rey y la intención de hacer una ceremonia sin oropel y ciñéndose al mandato constitucional, que es lo que importa. El minimalismo es decir mucho con muy poco, y eso no es fácil. «Ornamento es delito», anunció el arquitecto Adolf Loos en una Viena en la que los edificios parecían una tarta Sacher en las manos de un nazi. Pero ha habido una popularización del minimalismo por aquellas clases emergentes, hoy pauperizadas, y de aplicación decorativa: quitar los vestigios del pasado, arrinconar los muebles familiares, que no haya huella de lo que fuimos. Que de centro de mesa tanto sirva un orinal como una urna.
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