Fiscalía General del Estado

Un penalista que marcó época

La Razón
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Cunado conocí el nombramiento de José Manuel como Fiscal General del Estado me vino a la cabeza una idea inmediata: han nombrado a una persona profesional al cien por cien y que cree en el Estado de Derecho y en la independencia judicial; un juez íntegro. Con esas premisas asumía un cargo en el que el principio de legalidad -que defiende el Ministerio Fiscal- puede entrar en pugna con el interés político de quien le nombra -el Gobierno- pues, al fin y al cabo, a través de él ejerce la política criminal. En tanto se esclarecen las circunstancias de esa infección letal, ocurrida en un momento especialmente delicado para el futuro de España, no puedo evitar recordar cómo le conocí, allá por 1988.El era magistrado de la Audiencia Provincial de Madrid y ya antes había destacado como juez decano de Distrito por la defensa de la independencia judicial. Luego coincidí con él en el Comité Ejecutivo de la Asociación Profesional de la Magistratura, donde se caracterizó por la defensa de los intereses profesionales de los jueces y bien se puede decir que fue el artífice de una sustancial mejor de nuestras condiciones económicas. Aquel fue el Comité presidido por otro magistrado señero, José Gabaldón. Lamentablemente, se separó años después de nuestra asociación y no sin tensiones. Acabó fundando con otros la Unión Judicial Independiente.

Las discrepancias y la censura por su marcha no impidieron que siguiésemos manteniendo una relación basada en el respeto y la cordialidad. No dejaba pasar la oportunidad de aplaudir intervenciones mías como portavoz de la Asociación Profesional de la Magistratura, o artículos en la prensa y yo no dejaba de aplaudir actuaciones jurisdiccionales suyas. El Consejo General del Poder Judicial del que formé parte el nombró magistrado del Tribunal Supremo. Allí destacó por méritos propios. No soy penalista, pero sentencias suyas han marcado época, como la relativa a la responsabilidad penal de las personas jurídicas. Especialmente le alabé con su conducta coherente -y valiente- cuando discrepó de la mayoría de la Sala al archivarse unas actuaciones seguidas contra un «juez estrella». Su voto discrepante fue contundente y claro: mostraba nítidamente cual era su idea de juez, de la Justicia y de la independencia judicial, valores incompatibles con aquel lamentable personaje.

Estamos ante una gran pérdida. Frente a las críticas y descalificaciones al Estado, a la Justicia y a sus profesionales tan frecuentes y al uso, hemos perdido una persona clave, en especial para este momento de España, hemos perdido a un servidor de principios, coherente.