Paloma Pedrero
Un Sueño
Lo importante de los sueños no es el argumento, es la potencia de lo que sentimos. Pues bien, esta noche he tenido uno de los sueños más placenteros de mi vida. Soñé que estaba loca. Vivía en la habitación de un psiquiátrico en el que sólo había una cama blanca, una silla, un cuarto de baño, mucha luz y una puerta que daba a un jardín al que yo no salía. No me importaba. Nada me importaba, era totalmente feliz. Decía lo que me daba la gana todo el tiempo y nadie se enfadaba conmigo. La gente que me rodeaba apenas escuchaba mis palabras, pero estaban profundamente comprometidos con mi bienestar. Hacían la cama, me traían comida rica, estaban pendientes de que no me cayera... Entre todos mis amigos se habían repartido mi cuidado. No echaba nada de menos. Era dichosa siempre. Y me reía como nunca lo he hecho. Un día apareció el psiquiatra a verme y le dije: «Usted no tiene cabeza». Alguien comentó con cariño: «Sí, querida, sí que tiene cabeza». Yo sonriendo añadí: «Pues sólo le veo la bata». Pero no importó. En realidad nadie se ofendía porque yo lo expresaba todo de forma muy dulce. Así que disfrutaba diciendo lo que nunca, estando cuerda, me atreví a decir. Un día apareció, muy repeinado y bien vestido, uno de mis últimos novios. Me dijo pletórico: «He venido a sacarte de aquí». Entonces me tomó de la mano y salimos al jardín donde había un sendero precioso que comenzamos a andar. Me reí porque pensé que todo lo habían preparado para mi felicidad. También porque vi que yo iba con el camisón del hospital. Pero no me importó y seguí encantada. Yo sólo quería no despertar.
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