Toni Bolaño
Una corbata constitucional
La Constitución está en plena madurez. Es un texto, seguramente mejorable, que algunos repudian en público sin caer en la cuenta de que pueden hacerlo gracias a ese texto que satanizan. Pablo Iglesias acudirá a la recepción del Congreso, pero irá sin corbata porque es diferente y no está en el ajo de las castas dominantes.
El líder de Podemos no tiene el monopolio de los cambios constitucionales. No es el único que los defiende. Es más que probable que la Carta Magna necesite una mano de chapa y pintura para recoser las costuras sociales y territoriales que tensan la España del siglo XXI. Iglesias está en su derecho de demandarlos en su acto en el Círculo de Bellas Artes pero no en denostar un texto que contó con el respaldo del 87,7% de los españoles porque abogaba por la reforma, no por la ruptura. Era un texto de todos y para todos. Para muestra,un botón. Tres años después millones de ciudadanos reivindicaban la Constitución contra el golpismo porque «el pueblo está con la democracia» ,como rezaba el lema de las manifestaciones del 24 de febrero de 1981.
Pablo Iglesias compara la Constitución de 1812 con la Constitución del 78. En Cádiz, España dio un paso de gigante reconociendo la soberanía nacional y la separación de poderes. Sin embargo, La Pepa apenas llegó a aplicarse dos años y siempre fue motivo de disputas. Unos la ensalzaban y otros la rechazaban. Se convirtió en un texto de unos contra otros. Toda Constitución es una norma de convivencia, no de imposición. Si la Constitución del 78 ha funcionado 37 años y queremos cambiarla –entre todos– desde el consenso y el pacto, bien merece una corbata, aunque sea discreta.
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