Cástor Díaz Barrado
Una respuesta
La situación en el Rif exige respuestas inmediatas. El Gobierno de Marruecos no debe esperar a que los hechos se agraven o se calmen sin más. Lo que está sucediendo es una reacción frente al abandono y la pobreza. Las reivindicaciones de contenido social son la parte fundamental de lo que expresan los habitantes del Rif. Son revueltas impulsadas por los pobres, por quienes no tienen los medios necesarios para un desarrollo normal y sostenible de esta zona de Marruecos. Rabat debe prestar mucha atención a este problema. No se puede acudir a argumentos que desacrediten una revuelta netamente social. Ha llegado la hora de invertir económicamente en el Rif y de proporcionarle a la población los servicios básicos. Se precisan acciones no sólo económicas sino, sobre todo, con una perspectiva social y, en todo caso, que respete los derechos de los ciudadanos. La detención y el encarcelamiento de los líderes de las manifestaciones no es la respuesta que hay que dar sino que, en realidad, agrava el problema. Las protestas ponen de relieve que se necesitan medidas de apoyo a la población, mejorar los servicos básicos y erradicar la pobreza. Pero también es preciso mucho diálogo. Si es preciso, Marruecos puede contar con la ayuda de la comunidad internacional y, en particular, de los Estados con los que habitualmente colabora. Todavía se está a tiempo de encontrar soluciones. Debe producirse la liberación inmediata de quienes han sido encarcelados por haber encabezado protestas pacíficas. Sólo cabe una respuesta frente a la desesperación que provoca la pobreza y el olvido que debe centrarse necesariamente en el desarrollo económico y social. La rebeldía en el Rif tiene como único objetivo gozar de los derechos que le corresponden a una sociedad marginada. Hay que combatir la pobreza. No estamos ante revueltas secesionistas. Quienes habitan en el Rif tienen que tener la oportunidad de vivir en paz y de disponer de un marco de desarrollo.
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