M. Hernández Sánchez-Barba

Universidad renancentista

La Razón
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Sobre la orilla derecha del río Henares, afluente del Jarama, que a su vez lo es del Tajo, se asienta la antigua Complutum, hoy Alcalá de Henares, donde se fundó el Colegio de San Ildefonso por el cardenal de Toledo fray Francisco Jiménez de Cisneros. El 20 de mayo de 1293 el arzobispo Gonzalo García Gudiel obtuvo del rey Sancho el Bravo un privilegio para erigir «Estudio de Escuelas Generales» en la villa de Alcalá, otorgándole todas las «franquezas» del Estudio de Valladolid. El intento creador no pudo cumplirse hasta que, en 1495, el arzobispo Carrillo obtuvo del Papa Pío II una bula dotando tres cátedras de Artes que el arzobispo había fundado en el convento de menores franciscanos erigido por él. Así pues, a finales del siglo XV no existía ninguna universidad en Alcalá, sólo una Escuela de Gramática en el convento de San Francisco.

En ella estudió Jiménez de Cisneros hasta que al cumplir catorce años fue mandado a la Universidad de Salamanca, donde cursó seis años de Derecho Civil y Canónico; después marchó a Roma, de donde regresó como sacerdote con veintinueve años y una bula que le concedía la primera vacante de beneficiado en la diócesis de Toledo. Cuando fallece el cardenal Mendoza, propuso a Jiménez de Cisneros sucesor en el arzobispado, donde inició un fecundo movimiento de reforma apoyado por la reina Isabel I de Castilla. En ella figuraba la creación de una universidad, con carácter esencialmente eclesiástico para no hacer competencia a la Universidad de Salamanca. La de Alcalá fue concebida como el centro de la ciudad de Alcalá de Henares. Así llevó a la villa cuantas industrias fueron precisas para la atención de las necesidades; una verdadera ciudad universitaria. Los acontecimientos políticos –muerte de Isabel I en 1504 y fallecimiento de Felipe el Hermoso en 1506– evitaron llevar a cabo el proyecto universitario hasta 1507, cuando Fernando el Católico ocupó la regencia de Castilla y el arzobispo recibió el Capelo cardenalicio y el título de Inquisidor General.

El 24 de julio de 1508 llegaron de Salamanca los siete estudiantes de Teología y al día siguiente, festividad del Apóstol Santiago, se fundó el Colegio de San Ildefonso que admitió siete colegiales más, uno de los cuales era el bachiller, futuro santo, Tomás de Vi-llanueva; otro, el bachiller Fabián de Nebrija, hijo de Antonio de Nebrija. En poco tiempo el colegio contaba con veinticuatro colegiales y un capellán. El cardenal creó cinco colegios más, dos de Gramática, en los que se estudiaba Latín y Griego; otros dos, donde se estudiaba Dialéctica y Filosofía peripatética, en el de Santa Balbina y en el segundo, de Santa Catalina, Física y Metafísica. En 1514 fundó el Colegio de la Madre de Dios para trece estudiantes de Teología y seis de Medicina.

Así pues en los primeros años del siglo XVI quedó montada la gran Universidad Complutense de Alcalá sobre el sistema de Colegios Mayores y en función de los ejes de especialización supuesta por las cátedras para insistir en la de los análisis de la especialización que condujese a la formación, por la investigación, de seminarios que profundizasen la técnica metodológica de los maestros de las facultades de Artes, Teología y Medicina. Una cátedra tomista fue dada a Pedro Ciruelo, doctor por la Sorbona, filósofo, matemático y astrólogo; la cátedra Duns Escoto, a fray Clemente Ramírez y la nominalista, al maestro Gonzalo Gil, de Burgos, de gran erudición; una cátedra de Filosofía a Antonio Morales; las de Medicina, a los médicos Tarragona y Antonio Cartagena. Los estatutos de Alcalá ordenaban la creación de cátedras de griego y otras para la enseñanza de hebreo, árabe y sirio, solo si había alumnos para ellas. La de hebreo se inauguró en 1512, a cargo del rabino español Alfonso de Zamora, convertido al catolicismo.

La gran obra de la Universidad alcalaína fueron los seis volúmenes de la monumental «Biblia Políglota Complutense» que apareció en 1514 y que quedó totalmente terminada el 10 de julio de 1517, cuatro años antes de la muerte del cardenal; otras obras monumentales quedaron interrumpidas por su muerte. La Universidad Complutense de Alcalá, obra personal del cardenal Cisneros, ha reunido en su seno universitario grandes catedráticos, figuras excepcionales de la investigación y los saberes que fueron profesores y colaboradores de la universidad renacentista. El gran humanista Antonio de Nebrija fue colaborador de la de Alcalá, después de doce de profesorado en la de Salamanca; entró al servicio de don Juan de Zúñiga, gran Maestre de Alcántara, quien remedió lo exiguo de su «escolástico salario», dándole «ocio y sosiego de mi vida».