Cataluña
Urkullu y el PP
El virus del separatismo catalán estaba incubando desde mucho antes de que la sociedad española lo detectase. De hecho, en los primeros años de siglo, todos los ojos estaban puestos en aquel fallido “Plan Ibarretxe” que ocupaba las portadas de los periódicos, pero el problema real se estaba cociendo a fuego lento en Cataluña.
Los dos procesos han caminado por sendas diferentes. La crisis económica ha actuado como catalizador del estallido del separatismo catalán, que ha conseguido tener predicamento en diversos sectores de la sociedad como las capas de la burguesía urbana y comercial y algunos ámbitos de trabajadores manuales, además del respaldo clásico de los sectores tradicionales y de rancio abolengo de las áreas más rurales.
El intento independentista del Sr. Ibarretxe tuvo adeptos en la superestructura política del PNV, pero no fue secundado por la sociedad vasca. Por ello, hace 13 años por estas fechas, 313 votos en el Congreso de los Diputados derribaron democráticamente el plan soberanista del entonces Lehendakari, dando por concluido su periplo y amortizada su figura.
Pensé que los nacionalistas cambian y olvidar su leitmotiv es un error capital, su objetivo máximo e irrenunciable es la independencia respecto el estado español. Desde ese ángulo es previsible que el terremoto catalán vaya a tener réplicas en el País Vasco y ahí hay que encajar la petición del Sr. Urkullu de que el derecho de autodeterminación esté en el nuevo Estatuto de Euskadi.
La táctica es sustancialmente diferente a la de los dirigentes separatistas catalanes: nada de acciones unilaterales ante el Estado y la insistencia en que cualquier actuación del autogobierno se hará“dentro de los márgenes de la ley y de la Constitución Española”. Sin embargo, su estrategia de fondo es la misma: la de todos los nacionalismos periféricos.
Su lógica política es la de su propia existencia, para ellos, la independencia se encuentra en la línea de llegada, tan solo tienen que ir subiendo peldaños hasta alcanzarla. Además saben que cada paso consolidado es una posición inamovible hacia atrás.
El PNV cuenta con una baza, la presencia del PSE en el gobierno, esto demuestra el error de pensar que los gobiernos de coalición entre constitucionalistas y nacionalistas moderan las expectativas de estos, sencillamente modulan sus tácticas en menos agresivas, pero sus objetivos se mantienen perennes.
Con una situación de tensiones territoriales tan exigente y con las encuestas del CIS alumbrando aún la victoria del Partido Popular, aunque por escaso margen, pero con la incógnita de si Ciudadanos podría seguir creciendo a costa de PP y/o PSOE, no es descartable que algunos asesores cercanos al Sr. Rajoy le estén indicando el camino de anticipar las elecciones.
La situación del PSOE es de desconcierto. Las victorias internas de la dirección federal no se trasladan a la sociedad y ven como menguan sus apoyos a pesar del desplome podemita. Lo peor para la calle Ferraz sería la incertidumbre de un escenario de anticipo de comicios.
Tampoco lo que desea el Sr. Rivera, que sabe bien que las encuestas las carga el diablo y no sería la primera vez que le asignan el papel estelar para terminar estrellándose.
En cuanto a Podemos, la resaca de un año de errores, como la purga del errejonismo, o su posición respecto a Cataluña, pone en situación difícil al Sr. Iglesias, que podría terminar perdiendo las elecciones y el liderazgo.
En definitiva, en un momento así, hasta el Sr. Rajoy podría abandonar su zona de confort y arriesgar un poco. Resultaría curioso que, al final, los separatismos fuesen la causa originaria de mejores resultados para el PP de los que tiene previstos.
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