César Vidal
Usted puede ser un asesino
A medida que pasan los años desconfío más de las novedades y me aferro más a los clásicos. Hace apenas unos días pasaba por España tras más de dos años de exilio y tuve ocasión de comprobarlo yendo a una función de Alfonso Paso que se representa en el teatro Muñoz Seca de Madrid. Dejo constancia de que hubo testigos por si algún quebrantador sistemático de los derechos humanos afirma que andaba por Crimea y me incluye en una lista negra más. En un panorama marcado por lo soez, lo ordinario y lo cutre, «Usted puede ser un asesino» nos lleva a un área prodigiosa donde se han entretejido magistralmente el «thriller» policiaco, la alta comedia e incluso la crítica social. Partiendo de un hecho banal –dos maridos de Rodríguez que deciden echar una cana al aire –, Paso logró hilvanar una magnífica comedia capaz de provocar carcajadas durante dos horas y, a la vez, de exponer que lo que parece sencillo procede de un trabajo extraordinariamente meticuloso, como afirmaba el magistral Alberto Closas. Paso fue arrojado a las tinieblas externas durante la Transición porque no era de izquierdas e incluso podía considerarse conservador. En realidad, a Paso sólo se le puede definir con la palabra genio y esa cualidad –sumada a la circunstancia extraordinaria de llegar a tener ocho obras en cartel a la vez en los teatros de Madrid– no se le podía perdonar en España. En uno de los últimos estrenos protagonizados por el malogrado Pepe Sancho escuché a un crítico decir: «¡Qué mal nos hemos portado con Benavente!». Paso lo superó desde muchos ángulos y con él se han conducido peor. Por eso fue para mí una gran alegría asistir a este montaje de José Luis Gago –al que nunca se le agradecerá bastante su esfuerzo por recuperar los clásicos españoles–, en el que Simón y Enrique, Margarita y Brigitte y el magníficamente interpretado inspector Hilario vuelven a la vida para mostrarnos no sólo que cualquiera puede ser un asesino –eso ya lo escribió de manera mucho más sesuda Patricia Highsmith–, sino que el talento, en este caso el de Paso, acaba resurgiendo siempre y, al compararlo con la mediocridad reciente, brilla como una esperanzadora luz en medio de las tinieblas. Es posible que pasen años antes de que vuelva a pisar mi tierra natal, pero, en esta ocasión, junto a otros recuerdos entrañables como una comida en la sede de este periódico, me llevó esta función en el Muñoz Seca.
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