Francisco Marhuenda
Valor histórico y actualidad de la Transición
La Transición fue un periodo apasionante que mantiene su vigencia. No tanto por el proceso, que nada tiene que ver con la actualidad, sino por el espíritu de lo que representó, las dificultades a las que se hizo frente y el compromiso de tanta y tan variada gente por resolver los problemas que tenía España. Es posible que los que no lo vivieron crean que se ha exagerado sobre su valor histórico. El periodo que va de 1975 hasta 1982 es fascinante como pocos en nuestra historia. No creo que sea una desmesura poner en valor lo que realmente significó y sobre todo intentar recuperar el espíritu que impulsó aquel proceso de reforma que ha sido tan provechoso para España. A finales de 1975, tras la muerte de Franco el 20 de noviembre, todo eran incógnitas.
Ni siquiera los que vivimos aquellos años somos lo suficientemente conscientes de lo frágil que era el proceso. Era una carrera de obstáculos donde mucha gente estaba segura de que sería un enorme fracaso y se produciría una ruptura. En primer lugar se creía que el Rey sería una marioneta. No es que lo creyeran en España sino en buena parte de los gobiernos europeos e incluso en las monarquías, de las que hubiera cabido esperar una mayor solidaridad afectiva. No tardó mucho tiempo en demostrar su firme convicción democrática y poner a las personas de su confianza, Torcuato Fernández-Miranda y Adolfo Suárez, al frente, respectivamente, de las Cortes y el Consejo del Reino y el Gobierno. Mientras el primero tenía un merecido reconocimiento como experto constitucionalista, el otro era un gran desconocido al que nadie valoraba y que era, además, el secretario general del Movimiento, el partido del régimen. La estrategia para conseguir la reforma se basaba en que se tenía que hacer desde la Ley. Y así fue.
Otro aspecto que no podemos olvidar es que nada se sabía sobre la auténtica fuerza que tenían el denominado «bunker» franquista, los futuros partidos, los sindicatos, los nacionalistas, el compromiso real de los reformistas, etc.... Había muchos interrogantes, pero sobre todo uno fundamental, que era la reacción del Ejército ante un cambio que tenía que comportar, necesariamente, la celebración de unas elecciones libres que incluyeran al Partido Comunista de España (PCE) y al resto de formaciones de izquierda. Cualquier otra opción nos hubiera dejado fuera de nuestro entorno europeo. Este proceso se hizo, además, en medio de una brutal ofensiva terrorista de ETA, del Grapo y de formaciones de la ultraderecha. Un ejemplo de la complejidad del escenario es que ETA mató a 68 personas en 1978, 80 en 1979 y 98 en 1980.
La crisis económica no fue un factor que favoreciese, precisamente, la transformación hacia la democracia. Los Pactos de la Moncloa (1977) fueron decisivos para afrontar la crisis económica y conseguir la estabilidad necesaria para afrontar el proceso constituyente. Los diferentes obstáculos se fueron superando y se aprobó una Constitución que era el resultado del consenso, donde todos tuvieron que ceder, y fue un texto para la concordia. Desde entonces, el balance es muy positivo y España ha vivido un progreso en todos los órdenes y sólo cabe resolver el grave problema de las pretensiones independentistas de CiU y ERC.
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