
Alfonso Ussía
Vamos, mujer
No tengo nada contra Isabel Pantoja. Estuve en una ocasión con ella. Me hizo una entrevista para la televisión valenciana. A su término, aún con las cámaras grabando, afeó mi conducta. «Llevamos treinta minutos hablando y todavía no has dicho nada positivo de mi arte ni de mí». «Perdona, creía que el entrevistado era yo»; «sí, pero en treinta minutos podías haber dicho que me admiras». En efecto, Isabel Pantoja sólo ha ocupado treinta minutos de mi vida, y no siento admiración por ella, pero tampoco le deseo ni un gramo de sufrimiento.
Soy partidario de la cárcel para los criminales violentos. A los que se benefician del dinero ajeno no los veo entre terroristas, violadores, secuestradores o pederastas. Me quedaría satisfecho si devolvieran el dinero tramposo, con sus correspondientes multas e intereses. Nada hay de chismoso o mórbido en la posibilidad de que la arrogante tonadillera ingrese o no en una prisión. Pero si tiene que ingresar porque así lo ordena la justicia, que lo haga ya. Y si la justicia decide que los espacios carcelarios pueden prescindir de su presencia, que la decisión sea inmediata. Porque llevamos tres meses con el coñazo diario de su situación. Esa seriedad cercana al «jipío», esas gafas negras, ese acompañamiento de cinco personas pendientes de un posible desmayo... en fin, un tostón.
Soy un enamorado de la música de «Los Chalchaleros», el mejor conjunto del folclore del norte argentino. Han cantado durante cincuenta años. Juan Carlos Saravia lo fundó y Juan Carlos Saravia cantó en su último concierto. «Los Chalchaleros» siempre han sido cuatro, pero no los mismos desde su fundación, aunque su estilo no haya variado. Juan Carlos y Aldo Saravia, Pelusa Franco Sosa, el Cocho Zambrano, Saravia Toledo, Dicky Dávalos, Ernesto Cabeza, Eduardo Polo Román, Pancho Figueroa y Facundo Saravia se han vestido con el poncho, la camisa y las bombachas de «Los Chalchaleros». Al cabo de cincuenta años de éxito rotundo y continuado en todo el mundo –en España triunfaron plenamente en todas sus visitas–, «Los Chalchaleros» decidieron retirarse. Y cantaron del norte al sur de Argentina un último concierto. En Cosquín, en Córdoba, en Jujuy, en su Salta querida, en Santiago del Estero, en Mendoza, en Misiones, en el Chaco, en Corrientes, en la Plata y al final, apoteosis en Buenos Aires. Un año despidiéndose entre el clamor y el cariño de los argentinos. Pero tan larga despedida dio lugar a una frase irónica que se puso de moda en Argentina: «Tardas más en irte que Los Chalchaleros» o «lo malo de las óperas de Wagner es que son más largas que la despedida de Los Chalchaleros».
En algo se parece la despedida de «Los Chalchaleros» a la resistencia de Isabel Pantoja en retardar lo que se antoja, al menos hasta hoy, inevitable. Su ingreso en prisión. Cuanto antes inicie el cumplimiento de la sentencia, antes terminará su suplicio. Tengo para mí que se está estableciendo un negocio paralelo al drama de esta mujer tan peculiar. Diariamente, sumando todas las cadenas de televisión y emisoras de radio, se reúnen centenares de opinantes para opinar de lo que ya han opinado los jueces. A mí me ocurría con el dentista. Retrasaba mis comparecencias, y al final la muela me pegaba el latigazo. Entonces suplicaba una nueva cita para dar fin al dolor de muelas, que es el peor de todos los dolores físicos. A lo inevitable hay que plantarle cara, menor dosis de tragedia boreal y cumplir con lo establecido por la ley. Además, que no serán muchos los días de castigo social. Si han soltado a Bolinaga, no es de creer que le hagan cumplir toda la condena a Isabel Pantoja, que no ha asesinado a nadie.
Vamos, mujer. Cuanto antes, mejor.
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