Alfonso Merlos
Veneno malgastado
Una operación de intoxicación fallida. Un ejercicio más de exaltación del enfrentamiento, el revanchismo, la división, la crispación. En balde. Un intento más de esparcir veneno a granel para causar daños o lesiones en ese cuerpo llamado sociedad civil que en Cataluña está resistiendo con gallardía lo que no está escrito en los libros. El fracaso de los intransigentes. La estampa de la vergüenza y la cobardía ejemplificada en la imagen de un demócrata como Albert Rivera insultado, acosado, escoltado por los Mossos d'Esquadra para no caer en las redes de los cazadores furtivos del separatismo, para no ser acribillado por los balazos del odio segregacionista.
España entera ha podido certificar cómo se las gastan quienes luchan para acabar con nuestra convivencia, quienes permanecen apostados o corren de lado a lado en la trinchera buscando las oportunidades de tirarle al enemigo, esas ocasiones que sólo se buscan en la guerra. Pero están solos en su patetismo y su cerrazón, en su retorno al pasado, en su experimento retrógrado. Cada día más solos. Pueden ensayar nuevas coreografías para generar ruido, emitir exabruptos y atraer la atención mediática, porque sin los altavoces no hay propaganda. También pueden sacar cada día más y más banderas esteladas. ¡¿Qué más da?!
Sostenía Herbert Von Karajan que el fanatismo es la mezcla explosiva de extremismo e imaginación. Mucho antes advirtió Voltaire de que, cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la cura es casi imposible. Y en esas estamos, en las ensoñaciones ilegales de unas masas minoritarias cuyos dantescos comportamientos serán difíciles de corregir. Pero ante los que la mayoría absolutísima de españoles tenemos la obligación de defendernos. Y ahí estamos. Por supuesto, haciéndolo y ganando.
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