Cástor Díaz Barrado

Veracruz

Una vez más los países iberoamericanos se dan cita, al más alto nivel, en la ciudad mexicana de Veracruz. La simple celebración de esta reunión supone un signo de normalidad en las relaciones entre los iberoamericanos y expresa la voluntad de seguir colaborando. La realidad iberoamericana tiene muchos retos por delante pero, desde hace veinticuatro años, dispone de un foro multilateral para debatir y acordar soluciones a los problemas que aquejan a los ciudadanos de Iberoamérica. Veracruz se convierte en un símbolo del cambio y del inicio de una nueva etapa en las relaciones iberoamericanas. Iberoamérica es un proyecto real en las actuales relaciones internacionales y, pese a las apariencias, proyecta una de las realidades más vigorosas del planeta. Las Cumbres pueden tener éxito o fracasar pero la realidad iberoamericana permanece. No se debe juzgar a la Comunidad iberoamericana de Naciones por el número de ausentes o presentes en las Cumbres que se celebran ni por sucesos anecdóticos. Los resultados no se obtienen al hilo y al fragor de cada una de la Cumbres sino que se aprecian, con toda nitidez, antes de que tengan lugar y una vez que se han celebrado. Iberoamérica es la primera potencia cultural de mundo y podemos convertirnos, sin dificultad, en la primera potencia educativa del planeta. A ello, deberíamos añadir los esfuerzos en el ámbito de la innovación científica. A esto, precisamente, se dedica la Cumbre de Veracruz. Las fórmulas de cooperación entre los iberoamericanos han sido, hasta ahora, las más adecuadas y se han ido fortaleciendo tanto en el plano bilateral como en el marco regional. Nada de lo que sucede, en la actualidad, en América Latina es contradictorio con la realidad iberoamericana sino, por el contrario, plenamente complementario. No se pude decir que UNASUR, CELAC o la Alianza del Pacífico supongan un golpe al espacio de concertación y cooperación que representa la comunidad iberoamericana. Iberoamérica es un espacio singular, propio y dotado de características significativas. Queda mucho por hacer. Pero, también, mucho se ha hecho. Hay que acercar, cada vez más, a los pueblos y a las sociedades de Iberoamérica a través de la cultura y de la educación y potenciar, con ello, la identidad iberoamericana. Lo decimos, una vez más: España debe facilitar los estudios de los ciudadanos del resto de Iberoamérica en nuestro país y establecer el «principio de libre circulación» en los ámbitos educativo y cultural y debe establecer el principio de «igualdad de trato», en estos sectores, respecto a los nacionales del resto de países iberoamericanos. Este es el principio de una antigua y fructífera amistad.