Alfonso Ussía
Vía de agua
Los resultados de unas elecciones son motivo de alto humor cuando los analizan los partidos políticos. Todos ganan. Lo mismo sucede con los datos de ventas de los periódicos o de audiencias radiofónicas. Todos suben y los demás bajan. Ahora estamos con las grandes encuestas acerca de Cataluña. Se dice que el afán separatista de Mas y de CiU – Duran Lleida ahí sigue–, le ha hecho perder centenares de miles de votos. Será otra la razón. Porque si esos votos que pierde CiU aterrizan en ERC, no es el afán separatista el motivo del batacazo, sino el desastre económico de la administración nacionalista. Por otra parte, el PSC se pega otra torta y el PP se desmorona de tal manera que los Ciudadanos de Albert Rivera lo superan en expectativas de voto. Alicia Sánchez-Camacho es muy simpática, pero no la intuyo capacitada para impedir el hundimiento del barco.
Cataluña es la región de España más dividida en las urnas. Alcanzan la cifra mínima para conseguir un escaño el doble de formaciones políticas que en Madrid, por poner un ejemplo. Abundan los defensores y los detractores del bipartidismo. Creo, sinceramente, que la elección entre dos opciones es muy saludable en muchas autonomías españolas. Las que no son saludables son las autonomías, pero eso merece un capítulo aparte. En las grandes sociedades democráticas, el bipartidismo funciona a la perfección. No tienen nacionalismos, nuestro cáncer en estado terminal. Republicanos y Demócratas en los Estados Unidos, y Conservadores y Laboristas en Gran Bretaña. Lo de Escocia es broma. Me refiero fundamentalmente a estos Estados por su honda raíz democrática. En España, de no existir el nacionalismo escisionista, PP, CiU, PNV, Ciudadanos, Vox y una parte de UPyD, formarían un solo partido. Y el PSOE, aglutinaría a los partidos de izquierdas, aunque tuviera que aceptar a formaciones claramente antidemócratas, como el Partido Comunista, practicamente desaparecido en las grandes democracias. Un partido que, cuando gobierna, impone el partido único y no admite disidencias, carece de horizonte democrático en una sociedad normal. La nuestra no lo es, y prueba de ello es que las expectativas de apoyos han subido en Izquierda Unida con vistas a futuras citas electorales.
Se dice también, y ahí están los resultados de la gran encuesta para LA RAZÓN de NC Report, que ha descendido el número de partidarios de la separación de Cataluña del resto de España. Un 42,9 por ciento de los consultados son constitucionalistas, en tanto que un 39,3 por ciento se mantiene a favor de la independencia. No considero tranquilizadora la cifra de los partidarios de España y se me antoja pavorosa la de los catalanes independentistas, aunque hayan menguado en el porcentaje. Cataluña es un sistema establecido. Sus respectivos gobiernos de la Generalidad siempre han contado con la colaboración y el apoyo de los medios de comunicación catalanes. Tienen una cadena de televisión exclusivamente orientada a fomentar el odio contra el resto de España y presentar como una quimera lo que significaría la ruina de Cataluña. Centenares de miles de ilusos o invidentes ideológicos siguen creyendo que Cataluña se mantendría en la Unión Europea y la zona del euro en el caso de producirse su separación. Importa un bledo lo que digan desde Bruselas, porque la verdad la tiene exclusivamente TV3, y si TV3 afirma que Cataluña se mantendrá en Europa, no hay vuelta de hoja. Europa habla por hablar.
No me parece positiva ni traedora de sosiego la encuesta de LA RAZÓN. Más bien, al contrario, profundamente negativa. La masa constitucionalista es mansa, educada, tolerante y callada. La separatista, activa. Impone, amenaza y domina la propaganda. El análisis de la encuesta me ha llevado a la preocupación y la tristeza.
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