Política

Julián Cabrera

Vida y democracia

Vida y democracia
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Anda la sociedad occidental del siglo XXI con sus cosas. Sus debates sobre libertad de expresión y regulación de contenidos o derechos de autor, su educación y sanidad, sus recortes, su prima de riesgo, su cultura del ocio y sus cambios climáticos. Todo lo solventan en sus parlamentos o en sus tertulias televisivas y radiofónicas. Lo normal dentro de un sistema de libertades ganado a sangre y fuego durante siglos. Y resulta que en éstas aparecen como llegados por un túnel del tiempo unos tipos procedentes del medievo intransigentes y fanáticos que no contemplan el significado del diálogo. Pero unos individuos que empuñan un Kalashnikov. El despreciable ataque terrorista contra «Charlie Hebdo» buscaba, más allá de venganza por unas viñetas –por cierto no consideradas delito por la Justicia–, golpear sobre lo más preciado de las democracias: la vida y la libertad, siendo la de expresión la sublimación del término, y eso acarrea una necesaria reflexión a propósito de un mundo occidental que además de andar a sus cosas, como apuntaba de inicio, no estaría de más que caiga en la cuenta de que la defensa de lo más importante requiere de una mayor concienciación, compromiso y sacrificio. A menudo olvidamos que las peculiaridades religiosas o culturales nunca pueden estar por encima de las leyes que velan por las las libertades. Y el trágico aldabonazo de París recuerda que reclamar –como hizo hace días el ministro Morenes– no dar la espalda al necesario gasto en seguridad, tanto en material como en servicios de inteligencia, sencillamente es proporcional a la salvaguarda de lo que los suicidas fanáticos quieren cuestionarnos. O desterramos la disyuntiva entre defensa y mantequilla o la quema de imprentas herejes no quedará tan lejana.