Restringido
Vista al centro
La encuesta de NC Report del pasado domingo en LA RAZÓN abre la carrera a La Moncloa del 20-D. Las posiciones de salida están claras, si bien, como se señala desde todas las tendencias, «queda todavía mucho partido». Según lo visto en pasados procesos electorales, hay una porción alta que decide el voto al final. Además, otro fenómeno aumenta, el del voto «flotante»: quienes cambian el apoyo de un partido a otro según las circunstancias.
En Génova 13 preocupa la percepción que tienen del PP los españoles. En una tabla del 0 al 10 (siendo cero la extrema izquierda y 10 la extrema derecha), los populares son vistos en el 8,5. Demasiado escorados a la derecha en un país donde la crisis y las preocupaciones derivadas de ella han deslizado el tablero a la izquierda. ¿Cómo es posible que con una escisión como VOX, que luego se ha demostrado insignificante, sin embargo se sitúe al partido casi como cuando lo presidía Manuel Fraga en los años 80?
El resultado de VOX es lógico masticando los datos: no hay espacio a la derecha del PP. Aunque tal análisis, por supuesto, trasluce otro más incierto para los populares. Porque dejan descubierto tanto terreno en su flanco izquierdo que, a la vista está, crece otra fuerza que los españoles divisan en el centro del mapa político, como es la encabezada por Albert Rivera y Ciudadanos.
El centro, más que un posicionamiento ideológico, es un modo de hacer política. Manuel Fraga no podía ser visto como centrista, aunque reivindicase ese espacio, porque sus formas eran parte del pasado de los españoles. Sin embargo, a Adolfo Suárez sí le acompañaba una imagen moderna y un talante moderado que lo colocaba en la centralidad del sistema. Y cuando la imagen de Suárez se desgastó, no se volvió la cabeza a Fraga, sino a otro líder más joven, de talante actual, como Felipe González, pese a pertenecer a un espacio ideológico tan distinto.
La cosa va más entonces por cómo fragua un discurso que con su letra. Hay personas que son centristas gritando ¡Viva la Legión! Para entendernos: coloca más en la centralidad al PP, acorde con la España de hoy, Soraya Sáenz de Santamaría que baila como cualquier persona normal en «El Hormiguero» de Antena 3, que crear desde algún cenáculo una tormenta sobre si Mariano Rajoy debe o no acudir a la boda de Javier Maroto, a sabiendas de que el presidente iba a asistir y dejaría sin argumentos a quienes le juzgan «carca» por su actitud sobre el matrimonio gay.
Rajoy tiene una imagen de hombre conservador, de la llamada «derecha civilizada», que en 2011, por las circunstancias de la dura crisis, se instaló en el centro de las preferencias. Ahora mismo, buena parte de quienes confiaron en él siguen apostando porque acabe el trabajo que empezó y que sienten positivo. Pero, ninguna mente pensante va a mutar ya la imagen que se tiene de Mariano Rajoy y más después de tomar algunas decisiones «medicinales» por cambiar el rumbo económico. Tampoco se le va a poder presentar como el paladín de la regeneración con temas como Bárcenas, Rato y otros a sus espaldas. Sus valores son la experiencia y la creencia de estar ante un político fiable y serio. Naturalmente, por ello, es mejor para el PP jugar el partido con la vestimenta oficial que tiene, en lugar de enredarse en dificultosas operaciones de marketing que sólo conducen a la pérdida de identidad política.
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