César Vidal
¿Y si todo fue escrito de un tirón?
Si ha existido un tema que haya hecho correr ríos de tinta en el curso de los últimos días sin duda son los denominados «papeles de Bárcenas». A pesar de la insistencia en darlos por ciertos y seguros, la realidad es que, en rigor, no pueden darse por indubitables. Así es por dos razones. La primera es que para dar por auténtica una letra que no ha sido reconocida como tal por el que la trazó es necesario comprobar que ese cuerpo de letra coincide con otro indubitable del sujeto en cuestión en tres áreas: trazos, velocidad y presión. Si dos cuerpos de letra presentan los mismos trazos, la misma velocidad y la misma presión debe llegarse a la conclusión de que han sido escritos por el mismo sujeto. Si no coinciden los tres, la identidad de autor resulta, como mínimo, dudosa. Es así porque los trazos pueden ser falsificados por una persona experta y lo mismo cabe decir de la velocidad. Sin embargo, la presión que ejerce un sujeto sobre el papel al escribir resulta prácticamente imposible de falsear. Sin embargo, la presión sólo puede verificarse sobre el original y, precisamente por ello, una fotocopia o una fotografía no pueden permitir una conclusión segura al cien por cien. Esta circunstancia – siquiera de momento – no ha sido tenido en cuenta por no pocos de los que se han lanzado a afirmar la autenticidad indubitable de los papeles. A esta circunstancia se añade otra que plantea también dudas al analista riguroso. Me refiero a la manera en que aparecen consignados los supuestos apuntes contables. En cualquier agenda, libreta o cuaderno donde una persona toma notas día a día resulta fácil apreciar diferencias de escritura cotidianas relacionadas con el estado de ánimo, el instrumento de escribir o incluso el color de la tinta. La presión, la velocidad y los rasgos son los mismos, pero se aprecian diferencias. Bárcenas, de creer en la autenticidad de los papeles, fue capaz de consignar dato tras dato a lo largo de años sin diferencia en el trazado. Puede ser, pero se trataría de un fenómeno casi prodigioso y, por supuesto, cabría también pensar que lo escrito se trazó no a lo largo de años sino de un tirón, lo que obligaría a formularse no pocas preguntas. Diferente de lo consignado, por supuesto, es cuando se trata de analizar la personalidad partiendo de la letra de un texto cuya autenticidad es indubitada. Así, en una carta es de marzo de 2009 a la que hemos tenido acceso, se puede ver, a título de ejemplo, que Bárcenas la escribió cuando no estaba en su mejor momento; que es una persona que, ocasionalmente, puede resultar bastante agresiva verbalmente o que presenta rasgos autoritarios. Parece también obvio que Bárcenas es una persona extraordinariamente materialista. Con todo, quizá lo más llamativo sea, a tenor de lo que aparece en su firma, que lo que piensa Bárcenas, sus intenciones y lo que es verdad sólo lo saben él y Dios. Esa circunstancia resulta tan obvia como el peso del pasado, verdaderamente impresionante, sobre Bárcenas. Sin embargo, en el caso de esta carta, nos movemos sobre suelo firme; en el de los supuestos documentos, nos desplazamos por arenas movedizas.
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