María José Navarro

Yo, Leonor

He cogido a mi padre por banda y le he dicho lo que todos Vds están pensando estos días, desde que le vieron en el discurso del abuelo. Como reinita futura que soy, he llegado a la conclusión de que alguien tiene que coger las riendas, así que me dije: Leo, al toro. Inmediatamente llamé a mi padre. «Pasa por mi habitación que te tengo que decir una cosa». Total, que tocó la puerta el pobre y cuando abrió yo estaba en jarras. «Papi, hablemos de los marronazos que nos afectan. No te vuelvas a afeitar. Déjate barba, por favor, que estás muchísimo mejor». ¿Tengo o no tengo razón? ¿No está mejor mi padre con barba? ¿O es que me van a decir que no está dando que hablar el tema? Hombre, por Dios. Sólo faltaba que encima de la que tenemos se nos estropee El Elegido. Oigan, que se me vino abajo en el cuarto. Venga abrazos, venga besos, que si menos mal que vosotras, que si tal y pascual. El abuelo, por si tienen curiosidad, está fenomenal. Yo le he dejao en la mesita de noche unas gafas con nariz del cotillón y debajo un folleto de Barraquer. Con eso me he ganado varios pellizcos de mi madre y la amenaza de que el invierno lo paso en una mazmorra. He pensado en llamar al señor ese que es abogado de la tía para que me defienda pero no quiero adelantarme porque aún me queda lío. Todavía tengo que obligar a mi hermana a firmarme en el cuaderno su promesa de alejarse del balonmano masculino para siempre. Bueno, eso y que carezca de conocimientos contables. «¿Está Roca? ¡Soy Leo!».