Casa Real
Yo, Leonor
El lunes fue el cumpleaños de mi padre y Altibajos nos dejó reírnos y todo. Fuimos a un centro comercial a comprarle algo y mi madre se metió en una papelería y salió con el libro de Aramburu, así que la felicidad nos embargó por un rato.
Yo hubiera preferido entrar en una tienda de esas de tangas y pijamas picarones, pero ella no nos deja asistir a esas cosas no vayamos a salir luego unas campechanas y tengamos otro problemón en la familia.
El caso es que ella le compró un tocho para que piense y a nosotras, a mi hermana So y a servidora, se nos ocurrió que podríamos regalarle los puzzles que nos echaron los Reyes Magos, que son un coñazo importantísimo.
Es decir, devolverle el marronaco. El del Taj Mahal es de un rancio y de un antiguo que yo creo que está descatalogado. Altibajos nos pilló envolviéndolos y nos echó una peta muy gorda, pero me salvé del castigo porque mi hermana es muy Rocasolano físicamente según dice el «Hola» y si hacemos perrerías juntas no pasa ná.
El «Hola» ha dicho que es el año de So porque hace la primera comunión y cumple diez años, y ha dicho también que es casi tan alta como yo y se me ha puesto un carácter que ríete tú de los schnauzer enanos. Y eso que llevamos unas semanas que no podemos ni ver los periódicos ni la tele.
Mi madre nos suele someter a largas sesiones de documentales y a leer Babelia y no le gusta que peguemos cabezazos del aburrimiento, pero nosotras nos damos pellizcos en las piernas sin que nos vea y nos partimos la caja y así pasamos los días.
No quiere que veamos la tele por esa señora que era domadora de elefantes. Que ya me contarás la novedad. Como le dije yo a Altibajos: pan y circo, amiga. Bueno, pues se lo tomó fatal. Me voy, que tengo logopeda y luego ballet contemporáneo.
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