La situación
Una cosa y su contraria
«El festival de la incoherencia, en la que un sector del Consejo de Ministros defiende una cosa, y otro sector defiende la contraria»
La líder de Sumar y vicepresidenta segunda del Gobierno en funciones, Yolanda Díaz, ha defendido estos días la necesidad de mostrar «empatía con las personas que están fuera del país», en referencia al prófugo Puigdemont. Nos ha informado de lo comprensivos que son con la amnistía los padres y madres del colegio de su hija, aunque sean de Madrid («¡y son de Madrid, de Madrid!» exclamó, dando por supuesto que su audiencia se estremecería ante la noticia de que en Madrid ocurran cosas tan increíbles, como que no se vea el horizonte porque no hay mar; lo dijo en serio). Y, al mismo tiempo, ha vociferado en un mitin en contra de Israel, en lugar de hacerlo en contra de Hamás, que no es el pueblo palestino, sino una organización terrorista. Porque se puede estar a favor de los derechos del pueblo palestino y, a la vez, condenar el lanzamiento indiscriminado de misiles contra la población civil israelí, el secuestro de personas y la exposición pública de mujeres torturadas. De verdad que se puede.
Sumar, el partido que habla siempre en femenino y dice defender más que nadie a las personas LGTBI, se ha unido en esa condena de Israel a regímenes teocráticos como el de Irán, Arabia Saudí o Catar. Ya ocurrió cuando Rusia invadió Ucrania: los socios de coalición y buena parte de los partidos satélites del PSOE mantuvieron –y mantienen– que no se debe ayudar a los ucranianos en su defensa, que es lo mismo por lo que abogan el húngaro Orban o Donald Trump. Ahora, la lógica que defienden, con un cierto tufillo antisemita, es la de que Israel se debe rendir. Incluso, desaparecer. La otra mejilla.
Todo esto ocurre dentro del Gobierno de España y no será fácil que nadie encuentre nada parecido en ningún otro país europeo, salvo la citada Hungría y ahora, quizá, Eslovaquia. Es el festival de la incoherencia, en la que un sector del Consejo de Ministros defiende una cosa, y otro sector defiende la contraria. Pero donde tal situación se normaliza porque todos coinciden en un mismo objetivo: mantenerse en el poder.
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