Aquí estamos de paso
Las cosas por su nombre. O no
La Solidaridad moderna tal y como debe entenderse empieza por arriba y se sustancia en el liderazgo
Ha pasado sin apenas provocar ruido una insólita y, a juicio de este modesto hablador, torpona revisión conceptual de principios elementales por parte de esta izquierda nuestra tan dispuesta a cargarse principios elementales. Es tanto y tan constante el veletismo ejerciente del actual Partido Socialista, que deberíamos tener ya el rincón de la sorpresa encallecido, pero aún así uno no puede dejar de confesar su estupor por semejante revisión. Porque lo que se revisa es nada menos que el concepto de solidaridad.
Terminológicamente, el Diccionario de la RAE la define como adhesión circunstancial a la causa o la empresa de otros, y fija sinónimos como compañerismo, camaradería, fraternidad, unión, ayuda, y un etcétera de referencias que la izquierda ha tenido tradicionalmente como señas de identidad.
Bien, pues ahora resulta que la solidaridad era otra cosa. El gobierno y sus cantores llevan un año tratando de vender la burra solidaria de Cataluña. La paz, la fraternidad, la unión, la resolución de viejos conflictos era y es la chicha del argumentario que pretende pasar por un acto de generosidad y renuncia (la renuncia es también parte del camino hacia la solidaridad) el tributo al independentismo facha para seguir gobernando. Se vende como pulsión generosa y solidaria lo que es el precio del poder. No cuela, ni siquiera para los más cafeteros, pero la España oficial , la que sustenta al gobierno de izquierda aunque solo sea para frenar a la derecha (extrema ahora toda por lo visto) lo sigue vendiendo como razón esencial y verdad indiscutible. Prevaricación argumental, claro, pero ¿a quién le importa si se mantiene firme el muro?
Pero ha sucedido algo que obliga a una vuelta de tuerca. Y es ahí donde el argumentario se ha pasado de rosca.
Sánchez (y hago el subrayado de que es él y no Illa o los socialista catalanes) no sólo necesita un independentismo para gobernar en Madrid, también requiere la aportación solidaria del otro para hacerlo en Cataluña. Para eso tiene que ofrecerles algo, por supuesto. Como son de otra patria, hay que actuar con ellos como lo que son, mercenarios que se venden al mejor postor. Sánchez compra, ellos sirven. Ahora el precio es una cosa que llaman «singularidad» en la financiación de la autonomía catalana. Hay quien dice que no sabe muy bien lo que es, pero se trata de pura retórica. Esa singularidad no es sino un concierto como el vasco para Cataluña. Claro, las demás comunidades, incluidas las socialistas de Asturias y Castilla La Mancha, han dicho que nones, y amenazan revuelta. Ya escampará, dicen en Ferraz/Moncloa.
Pero hete aquí que aparece José Luis Rodriguez Zapatero y le pone a la cosa la salsa picante de la revisión. Probablemente sin quererlo, seguramente sin pensárselo mucho, pero va y justifica la necesidad de un trato especial a Cataluña en que ¡exporta el 24 por ciento del total de España! Y ante eso, cierra la tesis, lo que hay que hacer es reforzar esa posición de liderazgo. O dicho de otra forma: al más fuerte, darle más para que se refuerce aún más. La Solidaridad entendida como robustecimiento del líder. Una cosa vertical y novedosa frente al viejo principio de igualdad. ¿Quién quiere un equilibrio solidario, una justicia redistributiva, una igualdad entre hombres y territorios? Eso ya ha quedado antiguo. La Solidaridad moderna tal y como debe entenderse empieza por arriba y se sustancia en el liderazgo.
Ahora sí. Bajo esa perspectiva empezamos a entender cómo las concesiones al mercenario catalán tienen un profundo sentido de solidaridad y futuro.
✕
Accede a tu cuenta para comentar