
El ambigú
Un cuento de unidad y diversidad
La unidad en la diversidad es la verdadera fuerza de cualquier gran empresa
Érase una vez, en un mar vasto y desafiante, una gran nave llamada España. Esta no era una nave ordinaria, su estructura era única, estaba formada por varios compartimientos interconectados, se llamaban comunidades autónomas. Desde Galicia en el noroeste hasta Cataluña en el noreste, cada compartimiento mantenía sus propias competencias como la educación, la sanidad y los servicios sociales; desde el puente de mando se dirigían las comunes. En los pasillos de la nave resonaban los ecos de una gestión cuidadosa, donde cada comunidad se esforzaba por mantener su sección en el mejor estado posible. Las paredes estaban pulidas y los motores funcionaban sin cesar, garantizando que todos los que vivían dentro de la nave disfrutaran de la prosperidad y el bienestar.
Sin embargo, en el compartimento de Cataluña, el ambiente era diferente, la convivencia y el orden se iban degradando y había un sentimiento creciente de que no todo iba en la dirección correcta. El desacuerdo con el puesto de mando de la nave creaba una tensión que se podía sentir más allá de sus fronteras.
A lo largo de la nave, se sentía una necesidad urgente de definir un rumbo claro. Era esencial no solo mantener las partes internas, sino también marcar un curso firme en economía, relaciones internacionales y defensa de las instituciones. Todo esto requería de un consenso, de un esfuerzo conjunto que evitara la polarización y división que tanto daño podría hacer.
Los sabios de la nave a menudo citaban a Platón, quien dijo: «La necesidad es la madre de la invención». En este caso, la necesidad de unificar esfuerzos y remar juntos en la misma dirección se hacía más evidente que nunca. La nave España no solo debía ser fuerte por dentro, sino también poderosa y decidida en su curso por las aguas internacionales.
Así, mientras la nave seguía su travesía, cada compartimiento trabajaba en su autogobierno y en contribuir al bien común; pero uno persistía en su desconexión; en un pasado reciente se tenía claro que el objetivo común de mantener la nave sólida y en ruta correcta debía resolver las discusiones. En este inmenso mar de posibilidades, la nave España, con todas sus diversidades y desafíos internos, navegaba buscando siempre aquellas estrellas de guía que podrían llevarla hacia un futuro próspero y unido. Pero en un momento dado la nave España comenzó a flotar a veces sin dirección y con el timón girando al capricho de interesadas corrientes, generándose desconcierto y cierto desgobierno, donde la algarabía del compartimento díscolo escaló al puesto de mando asumiendo la división, la polarización y la deslegitimación de las instituciones, ante lo cual nunca como ahora se imponía un cambio de rumbo.
Solo a través del consenso y el respeto mutuo se puede asegurar que no solo se mantendría a flote, sino que también avanzaría decididamente hacia adelante. En este consenso los díscolos son débiles. Hace falta afrontar un nuevo rumbo de colaboración, desafíos y búsqueda constante de un destino común, recordando que la unidad en la diversidad es la verdadera fuerza de cualquier gran empresa.
✕
Accede a tu cuenta para comentar