Tribuna

Si cumple, Pedro Sánchez lo tiene hecho

¿La investidura de Pedro Sánchez está cerrada? Pues no. Pero quien la va a decidir finalmente con las cartas que se han puesto sobre la mesa es él y sobre todo él

Dio por hecha Oriol Junqueras la amnistía. No porque se haya ya escrito negro sobre blanco si no porque esa es una de las condiciones que se pactaron para votar a Francina Armengol. Claro que el término amnistía no aparecía literalmente. Se utilizó un eufemismo: desjudicialización. Pero ambos firmantes sabían de qué hablaban, por supuesto. Por eso dio Junqueras por bendecida la amnistía. Otra cuestión es cómo se materializa y qué alcance tiene. Lo raro es que la vicepresidenta Yolanda Díaz pretenda que no hay acuerdo. ¿Qué se supone que firmaron pues? Más claro agua. Otra cuestión es la letra pequeña.

En paralelo a ese acuerdo de la que podríamos llamar investidura menor, hubo pronunciamientos diáfanos y cualificados avalando la viabilidad de, literalmente, una ley de amnistía. El más destacado, el de Juan Antonio Xiol, anteayer vicepresidente del Tribunal Constitucional. Xiol también fue uno de los magistrados que presentó un voto particular a la sentencia del TC avalando la condena del Tribunal Supremo. Un voto que era una enmienda a la totalidad y que abrió de par en par la reforma del Código Penal para derogar el delito de sedición.

Xiol fue categórico la víspera, una ley de amnistía es constitucional siempre que se tramite como ley orgánica. Pero además incluso ese punto es superfluo porque sólo el Gobierno puede anteponer un recurso al TC contra una ley del Congreso con carácter suspensivo. Por tanto, lo que fallara el TC es secundario por dos motivos. El primero, no se produciría antes de un par de años en la mejor de las hipótesis y siendo muy optimista. En segundo lugar, es posible que antes se pronunciara el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Y es el mismo Manuel Marchena quien ha apuntado en privado que el TEDH le puede afear la sentencia. Marchena responsabiliza preventivamente a Pedro Sánchez de ese fallo en la línea del voto particular de Xiol. Para el magistrado del TC sería sólo un aval categórico a la tesis que dejó plasmada en un voto particular compartido con la magistrada andaluza María Luisa Balaguer. Ambos consideraban fuera de lugar la aplicación del extinto delito de sedición. Sin restar importancia a lo sucedido, lo dejaban en desobediencia, descartando a su vez la malversación.

Puigdemont ahora sí quiere llegar a un acuerdo. Quiere ese acuerdo tanto o más que Pedro Sánchez. El rival de Puigdemont no es Pedro Sánchez. Ni el PP con quienes pactaría por el mismo precio. El rival de verdad es Oriol Junqueras, se la tiene jurada. No sólo en la lucha por la hegemonía del independentismo. Es más profundo, es personal. Por eso exige a diestra y siniestra que se le reconozca el rol de principal interlocutor y de estadista. Esas son sus condiciones.

El masivo acto del Partido Popular en la calle no aleja para nada a Puigdemont del acuerdo. Le acerca y le da argumentos ante todos aquellos a los que durante los últimos años ha dicho que dialogar y negociar con el PSOE era poco menos que una genuflexión. En el fondo sólo era un ataque de cuernos. Porque en realidad lo que de verdad anhelaba Carles Puigdemont es lo que protagonizaba Junqueras. Ser el interlocutor. No hay más.

Hay otro dato significativo que ahonda en el pacto que se está gestando a fuego lento. El Gobierno español ha pedido oficialmente a la Europol que saque al independentismo catalán de la lista negra del terrorismo. Es una petición reiterada del Govern de Aragonès que en los últimos días ha verbalizado también Puigdemont. Su importancia es relativa. Pero es un gesto que duda cabe.

Donde no va a dar a torcer su brazo Pedro Sánchez es en acuerdo alguno sobre autodeterminación. Por mucho que Puigdemont o Junqueras lo exijan. Otra cuestión es proponer que se pueda hablar de todo que es precisamente lo que en Más de Uno, ante Carlos Alsina, dijo la también magistrada del TC, María Luisa Segoviano. Tampoco hace tantos años que el hoy Ministro Miquel Iceta defendía con rotundidad -y como propio de democracias avanzadas- un referéndum acordado. Otra cuestión es la cacareada unilateralidad que Puigdemont utiliza como recurso retórico como el macho Alfa del independentismo. Hoy por hoy, con la actual correlación de fuerzas, es pura retórica para sus más aguerridos fieles.

¿La investidura de Pedro Sánchez está cerrada? Pues no. Pero quien la va a decidir finalmente con las cartas que se han puesto sobre la mesa es él y sobre todo él. Si no se echa para atrás, habrá acuerdo. Será presidente hasta 2028 tal vez. Y para entonces difícilmente su oponente sería un hombre. Sería, con toda probabilidad, una mujer.