El bisturí
La desastrosa gestión sanitaria del sanchismo
Las regiones que ya ha perdido el sanchismo son las que más listas de espera han acumulado
La debacle en las pasadas autonómicas y, particularmente en Madrid, ha llevado al PSOE durante esta campaña de las generales a pasar de puntillas por la Sanidad, cuando en la mayoría de los comicios anteriores fue una de sus armas preferidas para tratar de hostigar al PP. Desde luego, ha sido uno de los escasos aciertos de los asesores electorales de Pedro Sánchez porque la experiencia de acoso y derribo contra Isabel Díaz Ayuso a cuenta de la gestión de la pandemia, de la construcción del Hospital Isabel Zendal y de las supuestas privatizaciones fue un fracaso sonado para el socialismo, a la vista de los resultados en las urnas.
Como quedó apenas esbozado en el debate de Atresmedia en el que arrasó Alberto Núñez Feijóo, el PSOE no tiene motivo alguno para presumir en este área concreta, sino más bien todo lo contrario. Allí donde la gestiona directamente, por medio del Ingesa, como es en Ceuta y Melilla, su gestión ha sido un desastre. Y otro tanto ha ocurrido en las regiones en las que gobernaba antes del hundimiento. El líder del PP le recordó lo primero en el cara a cara, con una huelga médica que acumula ya meses en los dos pequeños territorios, pero no lo segundo, porque Sánchez renunció a plantear batalla, sabedor de que la perdería. Los hechos, los datos y el pasado gestor de Núñez Feijóo en el Insalud le habrían dejado en mal lugar.
Son por ejemplo, las regiones que ya ha perdido el sanchismo las que más listas de espera han acumulado. Un paciente de Extremadura tarda casi tres veces más tiempo en ser operado que en Madrid. Pero hay muchos más motivos para asegurar que la labor sanitaria del PSOE y de sus socios ha sido un rotundo fracaso. De entrada, se puede afirmar que no ha habido proyecto alguno desde el Gobierno central, pues el Ministerio se ha concebido como un mero territorio de aves de paso a las que foguear para otros menesteres, con cinco ministros en apenas cuatro años, se dice pronto. Tampoco se gestionó bien la pandemia, sino todo lo contrario, pese a la manipulación del aparato mediático socialista. Fue el propio Sánchez el que debilitó el propio departamento que habría de hacer frente a la covid dos meses antes de que el virus eclosionara, al dividirlo para dar cabida en él a dos ministerios de nuevo cuño, con los que contentar a los inefables Pablo Iglesias y Alberto Garzón. El resultado es que la parte sanitaria del Ministerio quedó vaciada de funcionarios experimentados, arrancando una cadena de despropósitos que tuvo su cénit en el retraso en la adquisición de equipos de protección y materiales claves para hacer frente a la covid. Sánchez presume pese a ello de gestión sanitaria y alardea de haber regado de millones la atención primaria, un nivel que, sin embargo, no precisa de mejoras estéticas, sino de reformas estructurales que no se han producido. Con Sánchez, además, los nuevos fármacos llegan con más de 600 días de retraso.
La conclusión es que cuatro años después del sanchismo, uno de los principales pilares del estado de bienestar está herido de muerte, incapaz de atender a los enfermos en tiempo y forma por culpa de la ineficiente gestión, la insuficiencia presupuestaria y la falta de sanitarios. Un desastre, vamos.
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