A pesar del...
Disney individualista
Dorfman llama a su libro «manual de descolonización», pero temo que él mismo ha sido colonizado por insostenibles fábulas de izquierdas
La vida de las ideas traza itinerarios insólitamente perdurables. Por ejemplo, el progresismo persiste en divinizar un libro que Ariel Dorfman y Armand Mattelart publicaron hace medio siglo: Para leer al pato Donald. La idea era que los niños estaban intoxicados por Walt Disney para que fueran esbirros del capitalismo liberal. En serio. Con razón, en el Manual del perfecto idiota latinoamericano llaman a sus autores «los Abbot y Costello de la lingüística».
Uno pensaría que con lo que hemos ido sabiendo de lo que sucedió en los regímenes anticapitalistas, algunas consignas podrían registrar alguna matización. No mucho, la verdad, como pudimos ver esta semana en la entrevista que, a raíz del centenario de Disney, publicó El País con Dorfman, realizada por un Caio Ruvenal absolutamente entregado. Afirma el entrevistador que el libro «ha trascendido su valor literario para transformarse en un símbolo. Símbolo de un pensamiento descolonial, del discurso antiimperialista y de una época en la que Latinoamérica buscaba emanciparse económica y políticamente de EE UU». Vamos, como si no hubiera caído el Muro de Berlín, como si las intoxicaciones marxistas no hubieran sido nunca refutadas.
De hecho, Dorfman parece más moderado que Ruvenal, y reconoce que la bestia imperialista ha mudado en cervatillo: «Disney hoy encarna, a veces, valores progresistas: son antirracistas y antihomofóbicos, y suelen empoderar a las mujeres y a las minorías». Así es, en efecto, esa empresa, como casi todas, ha seguido los cánones del «wokismo».
Sin embargo, se empeña Dorfman en que su mensaje original sigue siendo válido: «Disney quería niños ferozmente individualistas». Opone esta siniestra intención a una angelical «visión solidaria que animaba a la revolución de Salvador Allende».
Dorfman llama a su libro «manual de descolonización», pero temo que él mismo ha sido colonizado por insostenibles fábulas de izquierdas, empezando por la distorsión de lo que fue realmente el Gobierno de la Unidad Popular.
Pero, por centrarnos en el libro, Dorfman no se ha molestado ni en mirar lo que hizo Walt Disney. Ese supuesto partidario del individualismo feroz secundó las campañas del Gobierno estadounidense para convencer a los niños y los mayores de que lo realmente bueno era ¡pagar impuestos! Lo hizo en un corto muy popular en el cual el personaje que divinizaba al Estado y al colectivismo fiscal era...el pato Donald.
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