Las dos columnas de la Iglesia
Las dos columnas de la Iglesia
En la Historia de la Iglesia están descritas otras «dos columnas» en uno de los sueños proféticos de Don Bosco
En la fecha de ayer, 29 de junio, cada año el calendario litúrgico recuerda con solemnidad a los apóstoles San Pedro y San Pablo, conocidos como las «dos columnas» del edificio de la Iglesia fundada por Jesucristo. Ambos murieron en Roma, entregando su vida por la fe; Pedro, crucificado con el cuerpo cabeza abajo por considerarse indigno de morir como el Señor, y Pablo, decapitado, ya que su ciudadanía romana le evitaba morir crucificado. Simón, a quien Jesucristo cambiará su nombre por el de Pedro, la «piedra» sobre la que Él edificará su Iglesia y que será su cabeza y representante en la Tierra, y Pablo –Saulo de Tarso–, a quien a la puerta de Damasco se le revelará el Señor: «Saulo, Saulo, por qué me persigues», cayendo de su cabalgadura y experimentando una extraordinaria conversión de celoso perseguidor de los cristianos a ser el apóstol de los gentiles.
En la Historia de la Iglesia están descritas otras «dos columnas» en uno de los sueños proféticos de Don Bosco, tenido en 1862, y que serán la Eucaristía y la Virgen María, quienes garantizan que la barca de la Iglesia anclada a ellas no naufragará ante los ataques de sus enemigos que se agudizarán a partir de ese momento de la Historia. Otra prueba de la importancia de esta fecha del 29 de junio para la Iglesia Católica es que el Estado de la Ciudad del Vaticano celebra en ese día el equivalente a lo que los países consideran como su respectiva fiesta nacional mediante recepciones oficiales en las sedes de sus embajadas con quienes mantienen relaciones diplomáticas, haciéndolo la Iglesia en sus correspondientes Nunciaturas. En su bimilenaria Historia, esta fecha del año 1972 es muy recordada por una intervención del entonces Papa san Pablo VI muy destacada. La barca de Pedro atravesaba la grave «crisis postconciliar» y, en la homilía de la Misa solemne celebrada en la Basílica de san Pedro en Roma, se hizo eco de aquella crítica situación: «Todos esperábamos una primavera para la Iglesia», pero ha venido «duda, incertidumbre, problemas, inquietud, insatisfacción, confrontación». (…) Se diría que «por alguna grieta ha penetrado el humo de Satanás en el templo de Dios». Jesucristo garantizó que «las puertas del infierno no prevalecerían contra ella», pero no dijo que no sería atacada, sino todo lo contrario. La Iglesia, «Cuerpo místico de Cristo», ha de pasar por las persecuciones, ataques y la Pasión que Él padeció en su vida terrenal. Ese «humo de Satanás» es considerado el caballo de Troya que pretende destruirla desde su interior. Pero «no prevalecerá» ante la Eucaristía y la Inmaculada.
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