Editorial

Dramáticos estragos de la ley del solo sí es sí

Más tarde o más temprano, la ley del solo sí es sí pasará la factura obligada, pues consciente y malévolamente se jugó con la seguridad y la libertad de las futuras víctimas y se ultrajó a las pasadas

Mientras el escándalo cristalizado en esperpento del «caso Rubiales» ha movilizado a la izquierda en el Gobierno y a toda su poderosa maquinaria mediática y propagandística en torno a la grosera responsabilidad de un directivo que había contado con todo su respaldo durante sus convulsos años de mandato, los estragos de la aciaga ley del solo sí es sí no han desaparecido ni si quiera han mermado pese al silencio con que ha encubierto Moncloa el rastro de su culpabilidad. Hablábamos ayer de la hipocresía política de los artífices de una norma que causaría vergüenza y oprobio en cualquier estado de derecho y que se erigen en adalides de la causa de la mujer y en inquisidores de ese nuevo credo civil ligado a la ideología de género y al feminismo de salón. Decíamos que son esos mismos, desde Pedro Sánchez a Yolanda Díaz, pasando por Irene Montero e Ione Belarra, pero no solo ellos, quienes han exhibido una desafección cruel con todas las víctimas de los violadores beneficiados o excarcelados gracias a una ley que se ha convertido en gracia para depredadores sexuales de la peor especie. Mientras estos criminales han gozado de penas menores y adelantadas libertades, el Gobierno ni siquiera intentó un gesto de cercanía en torno algún acto de contrición que consolara o mitigara el dolor de aquellas mujeres doblemente victimizadas por una iniciativa aberrante de cuyas consecuencias sus gestantes eran plenamente conscientes. Mientras ardían las antorchas para linchar al impresentable otrora socialista Rubiales, se conocía que un agresor sexual que se benefició de la ley del sí es sí había atacado a una mujer en Dos Hermanas (Sevilla) y que el juez ya había decretado su regreso a la prisión. Ha sido el primer caso de reincidencia, pero dada la alta incidencia de esas conductas compulsivas en los violadores auxiliados por la norma del gobierno de progreso hay que dar por hecho que se sucederán nuevos sucesos. Casi al mismo tiempo se supo también otra rebaja de la condena a un hombre que abusó de una niña. Mirar para otro lado, ponerse de perfil, puede que sea una estrategia política que haya minimizado el daño electoral en las elecciones generales, pero eso no exime de responsabilidad a todos aquellos que han respaldado y han justificado una monstruosidad legislativa. No es creíble presumir como gobierno paladín de la causa feminista para explotar mediática y políticamente cualquier episodio y al mismo tiempo abandonar a su suerte a todas esas mujeres que han padecido el infierno de la agresión o el abuso sexuales y ahora ven como sus violadores vuelven a la calle antes de cumplir sus condenas originales. Más tarde o más temprano, la ley del solo sí es sí pasará la factura obligada, pues consciente y malévolamente se jugó con la seguridad y la libertad de las futuras víctimas y se ultrajó a las pasadas.