Cataluña

Apoyo a los catalanes

El Gobierno no está dispuesto ni pretende que los ciudadanos de Cataluña paguen los platos rotos del desatino separatista. No hay que confundir a los catalanes con Artur Mas y Oriol Junqueras. Esta comunidad es mucho más de lo que representan y suponen unos gobernantes absortos en delirios que juegan frívolamente con el futuro y el bienestar de la gente. Por esa razón, Rajoy no ha vacilado en rescatar las finanzas públicas catalanas desde hace tiempo. Más de 20.000 millones de euros del Fondo de Liquidez Autonómico han sostenido los servicios públicos de la comunidad y han evitado la bancarrota y el colapso al que estaba condenada por el desgobierno secesionista. El presidente quiere persistir, con buen criterio y fundadas razones, en esa política de atención y cercanía con los catalanes por que es de justicia, porque es bueno para el resto de España y porque, mientras otros prometen falsos horizontes, lo responsable es gestionar bien los escasos recursos públicos para prosperar juntos. LA RAZÓN adelanta hoy que el Gobierno mantendrá su esfuerzo inversor en Cataluña en 2014 y que así lo recogerán los Presupuestos Generales del Estado. A quienes, como Mas y Junqueras, hablaron ayer de maltrato y robo de España a Cataluña de forma falaz en el debate sobre política general que se celebró en el Parlamento catalán, bastaría con recordarles, por ejemplo, que la inversión presupuestaria en Cataluña fue más del doble que la media nacional en 2013. La mentira tiene las piernas más cortas que la inteligencia de quien hoy gobierna Cataluña. El apoyo de Rajoy está, pues, justificado. Es una comunidad fundamental de España que nos vertebra y nos define como nación. Es, además, uno de los motores económicos imprescindibles para salir de la crisis. La razón política y el deber moral mandan, por tanto, dedicar los esfuerzos pertinentes a atender sus necesidades y a perseverar en pos del bienestar de sus ciudadanos al igual que con el resto de los territorios de la nación. Este compromiso del Gobierno, sin embargo, contrasta con el empobrecedor papel de los separatistas y de los socialistas en el debate de ayer sobre política general. El del PSC fue especialmente decepcionante. Su viaje a ninguna parte se agudizó con una intervención de Pere Navarro, que fue un alarde de confusión y vacuidad, y el apoyo a una resolución de CiU, ERC e ICV a favor del derecho a decidir, algo impropio de una formación que aspira a gobernar en toda España y ante la que Rubalcaba está obligado a actuar. Como otros, el PSC se ha convertido en parte del problema y no de la solución. Por otra parte, el desplante de Mas a Duran Lleida, con su displicente crítica a la denominada «tercera vía», fue otra prueba de que no busca el entendimiento, sino la confrontación, y de que no aspira al diálogo, sino a la imposición de los hechos consumados.