Editorial
Votaremos «a ciegas» en la cita con Europa
Todas las especulaciones sobre la pugna entre Sánchez y Puigdemont, al que no se debería amortizar apresuradamente, van a tener cabida, incluso, protagonismo a lo largo de la próxima campaña electoral.
Todo indica que los españoles acudiremos a las urnas el próximo 9 de junio sin conocer ni la resolución de la gobernación de Cataluña ni, por supuesto, las consecuencias de la misma para la estabilidad del gobierno central. Hablamos de una incógnita política de evidente trascendencia, puesto que de acuerdo a cómo evolucione la situación puede dar al traste con la legislatura, que los electores deberían conocer antes de introducir su voto para el Europarlamento.
Y a quienes justifican el paréntesis catalán, señalando que las elecciones europeas se proyectan sobre un ámbito supranacional, en el que poco pinta la política doméstica, cabría ponerles ante el argumento contrario, puesto que si la política doméstica no debería interferir en la cita europea, no pasa nada por despejar las dudas sobre el próximo titular de la Generalitat de Cataluña antes de que se cierren las urnas. La cuestión de fondo, por supuesto, es que en La Moncloa no pueden garantizar ni la presidencia catalana de Illa ni la permanencia del pacto de investidura con los nacionalistas de Junts, por más que los portavoces gubernamentales insistan, con la fe del carbonero, en la especie de que Carles Puigdemont mantendrá su apoyo a Pedro Sánchez y pasará tranquilamente a ejercer la oposición en el Parlament.
El problema, a nuestro juicio, es que la vehemencia socialista a la hora de asegurar que se cumplirán los tres años que restan de legislatura contrasta con la insistencia del líder de Junts en que le ampara la legitimidad democrática para retornar a la Casa dels Canonges, con un argumentario que deja poco espacio a la réplica. En efecto, ni Jaume Collboni, alcalde de Barcelona, ni Pedro Sánchez ganaron sus respectivas elecciones y, aún así, gobiernan.
El que la llave de la Generalitat esté en manos de ERC, una vez que los socialistas han descartado cualquier acuerdo con el Partido Popular, no arredra a un Puigdemont que se dice convencido de que los republicanos, sus antiguos socios a los que hizo la vida imposible, apoyarán su propuesta con la aceptación, siquiera implícita, del PSC. Tampoco el líder popular, Alberto Núñez Feijóo, descarta esa salida a la situación catalana, pese a las seguridades de la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, tras la celebración de Consejo de Ministros o, precisamente, por ellas.
Claro está, que la posición de Feijóo es más cómoda, puesto que no tiene que decantarse en sentido alguno hasta que los socialistas den el primer paso. La cuestión es que todas las especulaciones sobre la pugna entre Sánchez y Puigdemont, al que no se debería amortizar apresuradamente, van a tener cabida, incluso, protagonismo a lo largo de la próxima campaña electoral. Pero serán eso, especulaciones, que no ayudarán a conformar la opinión de los votantes españoles antes de acudir a la cita con Europa. Otra vez, iremos «a ciegas».
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