Irak

El irresponsable uso electoral del pacto antiyihadista

La experiencia nos dice que el consenso en torno a la lucha contra el terrorismo debe ser sólido, fraguado en la convicción de que la violencia es un ataque contra lo que representan las sociedades democráticas y en la confianza mutua de que no debe ser utilizado con fines electoralistas. Para ello hace falta tener una visión de Estado, lo que quiere decir que hay que sacrificar maniobras propagandísticas de fácil digestión por la opinión pública en favor de la unidad de los demócratas. Pero muchas veces, ni nuestra veteranía en la gestión de dramáticos ataques como los de París sirve para evitar lanzar mensajes confusos como el de anunciar que el Gobierno está dispuesto a enviar tropas a Mali y República Centroafricana, no se sabe con qué objetivo, aunque el aprovechamiento que de esta noticia se ha hecho da alguna pista. El líder del PSOE, Pedro Sánchez, arremetió rápidamente contra Mariano Rajoy por haberle ocultado una información de la que, como firmante del pacto antiyihadista, debería conocer. Aprovechó hasta donde pudo –y sus principios éticos le permitían– esa información para decir que estaba «contrariado» y «sorprendido» por la actitud del Gobierno. Sin embargo, Sánchez no hizo lo más sensato: contrastar esa información con el propio presidente del Gobierno, con el que tiene hilo directo. A lo largo de la mañana, el secretario general socialista dejó que la noticia engordase y le permitiera marcar su propio perfil que, reconoció, es puesto en entredicho en su propio partido a raíz del pacto firmado con Rajoy. A pesar de las llamadas desde presidencia del Gobierno para informarle de que dicha noticia era falsa, aunque sin conseguir hablar con Sánchez, éste insistió en su planteamiento de que había sido traicionado. Por contra, esta comunicación sí se mantuvo con los líderes de Ciudadanos y Podemos. Sánchez tampoco atendió al comunicado que emitió La Moncloa negando la veracidad de dicha información. «Hasta el momento, ni Francia ni la coalición internacional contra Dáesh han requerido a nuestro país incremento alguno de la contribución», decía claramente la nota. Es necesario que el líder socialista no colabore en la ceremonia de la confusión y en dar alas a informaciones que en nada ayudan a fortalecer el pacto antiterrorista. A un mes exacto de las elecciones generales, la tentación de salir a la escena pública como un líder antibelicista parece irrefrenable, pero como nuestra propia historia demuestra, es necesario ser más escrupulosos que nunca con el rédito electoral que las bombas y la muerte ofrecen, aunque no gratuitamente. España tiene una presencia activa en Oriente Próximo y África y debe corresponder como una nación seria a los compromisos internacionales. De hecho, ya está participando activamente en la coalición contra Dáesh en Irak, además de mantener una presencia defensiva en Turquía bajo mando de la OTAN. El papel de nuestras Fuerzas Armadas en estas misiones siempre ha sido ejemplar y según nuestro potencial militar. La participación de España ha sido por mandato de la ONU y acorde con las leyes internacionales y en defensa de los derechos humanos, por lo que resulta alarmantemente infantil, incluso malintencionado, levantar en estos momentos una bandera pacifista –se supone que para realzar el carácter belicista del Gobierno– cuando ante las elecciones del 20-D nos conviene sosiego y evitar la interferencia de que un «no a la guerra» pueda hacer cambiar voluntades.