PP
El PP necesita a los mejores
El PP es un partido de Gobierno. Puede ser una obviedad, pero conviene recordarlo. Desde las primeras elecciones democráticas en 1977, el centro derecha ha gobernado casi la mitad de ese tiempo. Ha sido un partido clave en la gobernabilidad y sostén de los grandes pactos de Estado con el otro gran partido, el PSOE. Puede entenderse que tras la llegada del nuevo cabeza de cartel se caiga en el adanismo de que a partir de ahora todo será diferente –incluso mejor, aun siendo peor–, pero sólo se puede entender en clave psicológica de reforzar al nuevo líder ante los suyos y ante los otros, generalmente caídos en desgracia. El PP es un partido viejo, en el mejor sentido –y único–, con experiencia y más robusto que los que practican la necrofilia política aventuraban. La prueba es que tras la debacle sin paliativos en la que cayó tras la moción de censura y el hostigamiento por una «opa» muy hostil de Cs, no sólo ha resistido, sino que muy probablemente convierta al enterrador –Albert Rivera– en un espectro de lo que tanto deseaba ser. Si el PP ha aguantado no es tanto por los méritos o deméritos de Pablo Casado, sino porque es un partido que para una buena parte de los españoles sigue significando estabilidad, progreso económico y moderación ideológica. Sería, por lo tanto, un error no aprovechar esta herencia, precisamente en el momento en el que el bipartidismo da indicios de que puede volver a pivotar en los dos grandes partidos nacionales. El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, apunta en este mismo sentido en una entrevista que publicamos hoy. «No soy partidario de jubilar a las personas cuando son fundamentales para la organización de un partido o para el país», afirma, incluso se muestra a favor de recuperar aquellos que han dado un paso al lado. Hay que decir que esa tendencia de desprenderse de los mejores, o de los que tienen todavía mucho por dar, no es sólo de los populares: Sánchez ha sido un avezado en depuraciones, así como Pablo Iglesias –un verdadero estajanovista– y Rivera. El resultado es que son partidos que están al servicio de sus líderes, aunque no puedan ocupar su soberbia bisoñez. En este sentido, ha hecho bien Pablo Casado en elegir a Ana Pastor como número dos por Madrid. En el caso del PP, estas decisiones de prescindir de destacados militantes que conocen bien la administración –es decir, de lo que ya nadie hablar: gestionar bien– ha provocado decisiones precipitadas en la elaboración de las listas, con las consecuencias ya sabidas en circunscripciones fundamentales para recuperar escaños perdidos. Como bien advierte Núñez Feijóo, el equipo económico del PP es un ejemplo de solvencia, clave en un momento en el que los organismos internacionales, incluido el Banco de España, confirman que estamos entrando en un periodo de desaceleración. Pocas partidos cuentan con un capital humano de tan alta capacidad para afrontar un nuevo ciclo de recesión. La aparición de Vox en las pasadas elecciones distorsionó el mensaje de centralidad de los populares, al punto de desdibujar su menaje ante clásicos resabios populistas –eso de que todos los partidos son iguales, menos ellos, claro–, lo que en nada ayudó a que Casado pudiera desarrollar un discurso más acorde con su perfil, bien argumentado y liberal. El presidente gallego considera que colaborar en el voto a favor de Vox «implica caminar en el sentido contrario a lo que necesita España», una tendencia que, en definitiva, sólo favorece a los socialistas. En nada ayudará al PP entrar en las trampas que el revisionismo histórico de Sánchez está poniendo, esa perversa utilización de Franco, y hace bien Núñez Feijóo en marcar una línea inequívocamente democrática: que el PSOE no espere «que vamos a defender la dictadura». Es Sánchez, por contra, quien debe demostrar que su lealtad con la Constitución es igual en toda España.
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