PSOE
El PSOE confunde y se confunde
La clara posición constitucional del PSOE frente al proceso separatista impulsado por la Generalitat de Cataluña, que no sólo está recogida en la llamada Declaración de Granada, del 6 de Julio de 2013, sino en el acervo político e ideológico del socialismo español, no puede verse enturbiada por el empleo de una terminología, cuando menos equívoca, fruto de un tacticismo menor que demasiadas veces ha buscado en la equidistancia unos supuestos réditos electorales. Aún hoy, cuando los separatistas catalanes han cruzado todos los límites del desafío, hay portavoces socialistas que insisten en mixtificar términos polisémicos complejos, como es el vocablo «nación», el adjetivo «plural» o la combinación de ambos, que en nada contribuyen a fortalecer la defensa de la soberanía nacional y la unidad de España, que es lo que está en juego. Por ello, y aunque nadie duda de que la nueva dirección del Partido Socialista, que este fin de semana celebra su XXXIX Congreso Federal, va a mantener tanto su compromiso con el modelo territorial consagrado en la Constitución como el declarado respaldo al Gobierno, que es inherente a un partido con sentido de Estado, hay que insistir en la conveniencia de que los dirigentes del PSOE aúnen conceptos y palabras frente a unos nacionalismos prontos a manipular y usar en beneficio propio cualquier portillo semántico que se le deje abierto. La estrategia mantenida hasta ahora por el PSOE, en la que se insiste en una reforma de carácter federal e integradora de Cataluña frente al supuesto inmovilismo del Partido Popular, no sólo contiene una descalificación gratuita e injusta del adversario político, sino que se ha demostrado electoralmente inútil, como refleja la caída general del voto socialista en el conjunto de España y, especialmente, en la circunscripción de Cataluña. Incluso la misma esencia del modelo federal que proponen los socialistas no significa otra cosa que la igualdad entre quienes lo integran, que es, precisamente, lo que niegan los nacionalistas. De ahí que nos parezca un error la insistencia del nuevo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en mantener un concepto como el de la «plurinacionalidad» que no tiene encaje constitucional, ni siquiera funcionalidad política, y que, como ya ocurrió con el preámbulo del nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña, enmendado posteriormente por el Tribunal Constitucional, sólo sirve para aportar confusión. Más aún, cuando en la propia Declaración de Granada, ya referida, el Partido Socialista reivindica el actual modelo autonómico español como un éxito, tanto por su contribución decisiva a la consolidación de la democracia, como motor del progreso y la cohesión de España. Lo que en la Declaración del Consejo Territorial del PSOE se describe como –en cita textual– «el instrumento más eficaz de vertebración nacional y cohesión social» y uno de «los pilares más sólidos de la unidad de los pueblos de España», como es el Estado autonómico, merece una referencia adecuada en las decisiones del Congreso Federal. En este sentido, en la Constitución española están claramente definidos los términos de la nación política, que es la representada por la soberanía del conjunto del pueblo, frente a conceptos «nacionales» que podríamos encuadrar en la diversidad cultural, lingüística o tradicional de las distintas comunidades que integran la nación española. Ni existe ese pretendido «Estado plurinacional» que proclama Pedro Sánchez–que sólo se recoge en la Constitución de Bolivia y desde un punto de vista étnico y racial– ni es de eso de lo que se está tratando con el separatismo catalán.
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