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Esperpento en Madrid

La Razón
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La última propuesta sobre la limpieza en los colegios hecha por la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena –aunque, llegados a este punto, podríamos calificarla perfectamente de «ocurrencia»–, presenta, en primer lugar, un problema legal, pues conculcaría la legislación sobre contratos públicos del Estado al no respetar los criterios de igualdad de oferta, y otro de carácter ideológico mucho más preocupante, pues revela una visión de la sociedad española tan alejada de la realidad como pueda estar nuestro sistema educativo público del de cualquier país centroamericano, donde, en efecto, las familias deben suplir las carencias de las administraciones educativas. Lleva, además, implícita una crítica gratuita hacia el buen hacer de las personas que trabajan en las labores de mantenimiento y limpieza de los centros escolares, sobre las que se siembra la duda y, por último, rezuma un concepto patriarcal de la vida, por más que la alcaldesa haya hecho una rectificación, vía twitter, incluyendo a los padres en las hipotéticas cooperativas. Frente a la aspiración de una sociedad avanzada en la especialización y en el reparto del trabajo, que incluya a la mujer en el mercado laboral en igualdad de condiciones con los hombres y con idénticas posibilidades de progreso profesional, Manuela Carmena trata de imponer su visión de una sociedad en crisis permanente, donde la libre contratación y la libre competencia debe ser sustituida por el «trabajo social», como si, pese a la presión fiscal a la que están sometidos los ciudadanos, no hubiera presupuesto suficiente para el mantenimiento de los colegios. Falsedad que se cae por sí misma, puesto que, por lo menos hasta ahora, el Ayuntamiento de Madrid es una entidad solvente, capaz de hacer frente a sus compromisos sociales y de enjugar al mismo tiempo su notable deuda, fruto de las grandes inversiones en infraestructuras que han modernizado la capital de España hasta convertirla en una de las ciudades más avanzadas de la Unión Europea. No ha empezado con buen pie la alcaldesa de Podemos, tal vez, porque le era imposible dado el lastre ideológico que condiciona a un equipo municipal surgido de la soberbia antisistema, que se arroga la verdad única y que, por lo tanto, lo mismo hace chistes con el Holocausto, llama al asesinato del discrepante o insulta groseramente a la religión que profesan la mayoría de los españoles, delito este último también tipificado en el Código Penal, por el que está imputada la flamante portavoz del consistorio, Rita Maestre. En todo este esperpento, que nada bueno augura para la ciudad de Madrid hay, desde luego, otros responsables. Como el socialista Antonio Miguel Carmona, sin cuya inexplicable actuación nada de esto hubiera sido posible. Habrá de dar cuentas en las próximas urnas.