ETA
Francia no debe caer en la trampa
Ante la liturgia tétrica que se anuncia para el próximo día 8 en las inmediaciones de la localidad francesa de Bayona, hay que poner por delante de cualquier otra circunstancia y lectura sobre lo que allí acontezca una premisa que todo demócrata de bien debería suscribir y es que aquellos que le hacen el juego al terrorismo de cualquier signo, que colaboran de una u otra forma en su estrategia, no sirven a la democracia ni a la libertad ni a la convivencia y mucho menos a ese concepto superlativo de paz que va inseparablemente ligado al de justicia. No hay dudas ni matices sobre una conducta intrínsecamente reprochable y repudiables. Y es importante tenerlo en cuenta ante lo que está por llegar. ETA, en compañía de sus inseparables y muy cercanos y comprensivos miembros de la denominada Comisión Internacional de Verificación, pretende oficializar una nueva, y por lo visto definitiva, entrega de armas para esa fecha. Los terroristas han ultimado un espectáculo de propaganda con el que erigirse de nuevo en actor político de la realidad vasca y poder de paso plantear compensaciones, especialmente en el terreno del acercamiento de los presos, pero no sólo en ese asunto. Se han beneficiado para ello de un escenografía propicia en la que todo el nacionalismo vasco, empezando por el Gobierno del PNV, ha contribuido en mayor o menor medida. Cada uno ha jugado el papel que le correspondía para dar vuelo a la enésima maquinación de los etarras y de sus marcas políticas, necesitadas de ganar bazas en su discurso para recuperar parte del enorme terreno perdido en las instituciones y en el sentir de los ciudadanos. Instrumentalizar esta paz teatralizada y mendaz, patrimonizarla en suma ante la sociedad, forma parte también de esa reescritura del epílogo del terrorismo, y del blanqueamiento de la historia de ETA. En este punto, el papel de las autoridades francesas se nos antoja fundamental. Los mediadores pretenden que el país vecino pase por alto todo, acredite y oficialice el desarme y, por consiguiente, avale la buena voluntad de los terroristas y sus cómplices. Las autoridades galas tienen todas las razones en su mano para no hacer el juego a ETA ni caer en una trampa que conllevaría hacer la vista gorda a varios posibles delitos en curso, desde colaboración con banda terrorista a la tenencia de depósitos de armas y explosivos. Francia, como lo ha sido en todo este tiempo, debe ser contundente e implacable en defensa de su legalidad y también de la internacional y, sobre todo, de la lealtad con un país socio y amigo como España. Su objetivo sólo puede ser desenmascarar el teatro etarra y depurar cualquier conducta fuera de la ley. Es importante resaltar el papel de la Guardia Civil, siempre vigilante e implacable en defensa de nuestra seguridad y del Estado de Derecho, que ha solicitado ante la Fiscalía que, en caso de algún tipo de entrega de arsenal, se requiera al país vecino las evidencias necesarias para determinar si las personas o las armas están implicadas en algún delito cometido en España. Por lo demás, la democracia debe mantenerse firme y exigente con una banda terrorista derrotada por las Fuerzas de Seguridad hace tiempo que sólo tiene una salida posible: su disolución, desarme, rendimiento de cuentas ante la Justicia y colaboración en el esclarecimiento de los 300 asesinatos sin resolver. Fuera de este guión, fuera de una paz con vencedores y vencidos, sólo están los que pretenden que ETA y los suyos sean amnistiados por la historia. Y eso no ocurrirá. La democracia se lo debe por encima de todo a los muertos y a sus familias, a todas las víctimas, pero además a todos los españoles de bien.
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