Estados Unidos
Hay que intervenir en Siria
El presidente de Francia, François Hollande, acaba de anunciar que la fuerza aérea gala va a operar sobre territorio sirio, primero en misiones de reconocimiento e inteligencia electrónica para, posteriormente, participar en las operaciones de bombardeo contra las posiciones del Estado Islámico que lleva a cabo la coalición liderada por Estados Unidos. Asimismo, el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, se dice dispuesto a cooperar en una misión que, tras la oleada de refugiados sirios camino de Europa, se ha convertido en la prioridad estratégica para Occidente. Sin entrar en los errores cometidos, precisamente, por Francia, que impuso la intervención en Libia y pretendió repetir el mismo patrón en Siria contra el régimen de Asad –proyecto que no salió adelante por la oposición de Rusia pero, también, por el rechazo de las opiniones públicas de Europa y Estados Unidos a repetir el fiasco libio– , es evidente que España no puede quedarse al margen de una operación que no conviene verse sólo desde el punto de vista de los intereses propios, sino como un deber para quienes sufren uno de los mayores azotes que ha conocido la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial. Las acciones brutales del llamado Estado Islámico, divulgadas por una maquinaria de propaganda maestra en la utilización de los medios de comunicación electrónicos, han conseguido el doble efecto de crear una atmósfera de terror que impele a los pueblos amenazados a huir en desbandada y de convertirse en un polo de atracción para decenas de miles de jóvenes musulmanes repartidos por todo el mundo, que ven en el EI una vía para escapar de sus frustraciones personales o dar salida al odio contra los occidentales. También, una forma de resistencia de las poblaciones suníes que, como en el caso de Irak, se han visto desplazadas del poder que ostentaban tras la intervención militar estadounidense y británica. En Siria, donde convivían una docena de etnias y creencias, el fracaso de la sublevación contra el régimen dictatorial de Al Asad ha degenerado en una guerra de exterminio que, por supuesto, incluye a los suníes que se declaran laicos o que no comulgan con la versión extrema del islam que representan estos fanáticos. Pero la intervención de la Unión Europea debe tener unos medios claramente definidos y una estrategia precisa. Se debe llegar hasta el final, incluso con el uso de fuerzas terrestres, que no es otro que la eliminación del peligro que supone el Estado Islámico, cuya influencia se extiende sin freno en el norte de África y en Asia Central. No se trata de reforzar al régimen de Damasco, que tendrá que ser llevado al convencimiento de que sólo una transición política real garantiza la viabilidad de Siria como nación mosaico de pueblos. Y hay que actuar rápido. Con sólo parar la matanza , Europa ya habrá cumplido.
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