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La batasunización de Navarra

La Razón
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La irrupción de Bildu en las principales instituciones de Navarra, gracias a sus acuerdos con la izquierda radical y los nacionalistas vascos, ha puesto en marcha un proceso de borrado de las señas de identidad de la Comunidad Foral en las que se identifican una mayoría de navarros. Las fiestas de San Fermín en Pamplona fueron el primer ejemplo de lo que está por llegar, con la presencia de la ikurriña en el balcón consistorial, y el respaldo del equipo de gobierno del alcalde proetarra, Joseba Asiron, a convertir la ciudad durante sus fiestas más importantes en un enorme escaparate a favor de ETA, de sus presos y de sus reivindicaciones. El consistorio pamplonés no movió un dedo para retirar una pancarta o una fotografía de las muchas que empapelaban el casco histórico de la ciudad en apoyo a los terroristas y como parte de ese plan para blanquear su historia, sino todo lo contrario. Nadie puede llamarse a engaño ni confundirse sobre lo que el Gobierno que preside Uxue Barcos, claramente controlado y condicionado por Bildu, pretende para el presente y el futuro. Ella misma no lo ha negado, a pesar de reconocer que la mayor parte de la ciudadanía no comparte un proyecto que pasa por lo que denominó una Navarra «más soberana» y euskaldun, que «normalice y fomente» las relaciones con el País Vasco. En ese contexto, LA RAZÓN adelanta hoy que uno de los proyectos principales de Bildu es la creación de una caja de ahorros que sería controlada por el Gobierno Foral, o lo que es igual, por ellos mismos. La entidad les reportaría el control de importantes flujos monetarios y con ellos poder político e influencia sobre las personas. Por no hablar de que el entramado proetarra atraviesa una época delicada en lo económico y contar con un instrumento como el que se prepara supondría un balón de oxígeno decisivo. La nueva Caja de Navarra es un desatino mayúsculo que sólo se explica como parte de ese proyecto global de la izquierda abertzale de desfigurar el territorio para hacer realidad Euskal Herria. Por supuesto, no responde al interés general, sino todo lo contrario, y supondrá, de facto, no sólo una malversación moral y un fraude político, sino también una utilización espuria del dinero público. A los demócratas navarros les toca impedir que esta ambición no pase jamás de ser un proyecto, y al Estado y a los organismos supervisores estrechar su vigilancia sobre unas administraciones que no han llegado al poder para atender los problemas de la gente y servir al ciudadano, sino para transformar Navarra en lo que no es ni nunca fue. Una Navarra batasunizada es una amenaza para la convivencia, la estabilidad y el bienestar, y frenarla es un deber colectivo.