Cataluña

La educación en Cataluña

Como en todo ejercicio de ingeniería social, la inmersión lingüística catalana de los alumnos castellanohablantes debía operar sobre una realidad preexistente que se deseaba cambiar: que el español era la lengua materna y de relación de la mayoría de los residentes en Cataluña. Veinte años después, la situación apenas se ha modificado. Según estadísticas oficiales de la Generalitat, el 46,53 por ciento de los alumnos en Cataluña se identifica con el castellano, frente al 37,25 por ciento que lo hace con el catalán; y el 45,52 por ciento de los escolares utiliza el castellano como lengua habitual, frente al 35,64 por ciento que emplea el catalán. Esta dicotomía explica en gran parte que el fracaso escolar en Cataluña alcance al 24,4 por ciento de los alumnos que proceden de hogares castellanoparlantes, mientras que éste desciende al 11,4 por ciento entre los originarios de familias que tienen el catalán como lengua habitual. El problema, largamente discutido por las distintas corrientes pedagógicas, no estribaría tanto en la conveniencia de que los residentes en Cataluña conozcan ambas lenguas, lo cual es de una lógica aplastante, como en las consecuencias de la inmersión obligatoria.

Pero el otro gran aspecto de la cuestión es el que se refiere a la existencia o no de un sesgo ideológico de carácter nacionalista en los contenidos del expediente académico.En este sentido, la encuesta/examen hecha a los alumnos de Cataluña, que hoy publica LA RAZÓN, demuestra que existe un evidente desfase entre los alumnos catalanes y los del resto de España en lo que se refiere a la conformación del imaginario histórico. Así, mientras el 85 por ciento de los estudiantes españoles considera falsa la afirmación de que «el Estado español ha sometido durante siglos a Cataluña», la cifra desciende al 58,8 por ciento cuando la pregunta se hace sólo a los alumnos matriculados en Cataluña. Otro tipo de desajustes, que por otra parte afectan a todas las autonomías, se revelan más agudos en el caso catalán. Por ejemplo, los conocimientos geográficos, en los que se prima la visión más localista, necesitan mejorar, y mucho. Sólo el 31 por ciento de los alumnos catalanes sabe dónde nace el río Ebro, frente al 40 por ciento del resto de España; dato este último que por si solo da la razón al ministro de Educación, José Ignacio Wert, de la urgencia de abordar la reforma de un sistema con uno de los mayores índices de fracaso escolar de la OCDE. La serie de encuestas/examen de LA RAZÓN sólo ha venido a confirmar hechos sabidos: que un modelo educativo que prioriza los particularismos y malgasta esfuerzos está llamado a formar estudiantes mediocres. Algo que es de todo punto inaceptable.