Barcelona
La unidad antiyihadista es un deber
«Cuantos más seamos, mejor. Juntos somos más fuertes». Fueron las palabras del entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, en noviembre de 2015 para recibir a los nuevos partidos que se incorporaron al Pacto Antiyihadista que habían firmado en febrero el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el líder del PSOE, Pedro Sánchez. Hoy, se reúne este cónclave en unas circunstancias excepcionales desde la creación del foro, pues la iniciativa partió como reacción a los atentados contra la redacción de la revista «Charlie Hebdo» en 2015 en París que convulsionaron el mundo. Desde entonces, el yihadismo ha actuado con saña y crueldad extremas en muchos países de Europa y también en otros rincones del planeta. Hasta que hace unos días los asesinos dejaron su reguero de cadáveres en nuestras calles, en Barcelona y Cambrils. Hoy, el mensaje que los partidos presentes transmitan a los españoles tendrá connotaciones absolutamente distintas. La amenaza siempre fue efectivamente global y España lo sabe bien desde hace muchos años, con los atentados del 11 de marzo y todo lo que siguió en la memoria. También porque las Fuerzas de Seguridad, los servicios de información y el CNI han hecho un trabajo magnífico en esta lucha con múltiples detenciones que han abortado con seguridad matanzas como las recientes en Cataluña. Ahora, el Pacto tendrá que tomar decisiones con las terribles imágenes en las retinas de los españoles, con nuestra seguridad y nuestra libertad malheridas. Es necesario que los partidos comprometidos en esta misión revisen y pongan al día las razones por las que se creó un foro necesario: máximo rigor contra los terroristas, sus redes de financiación y adiestramiento, el uso que se hace de las redes o los que promueven la radicalización. El propósito sólo puede ser aportar confianza y liderazgo a una sociedad consternada por la tragedia. Y debemos exigir la unidad política porque es un instrumento esencial en la defensa de nuestras libertades y en el despliegue de una eficiente estrategia contra el terror. Sin cohesión, sin que los grupos vayan a una, todo será más complicado y lo que es peor se faltará al deber público de proteger y amparar los derechos de los ciudadanos. Aquellos que van por libre, que han supeditado los intereses generales a mezquinos planes de partido, deben recapacitar y pensar cómo quedan ante una ciudadanía atenta al papel de cada uno en estas horas críticas. Las excusas y razones que esgrimieron para estar fuera de un órgano contra el terrorismo en el que está representada la inmensa mayoría de los partidos de este país han sido aplastadas por la más cruel de las realidades. Especialmente reprochable es que los partidos catalanes del PDeCAT y ERC, ambos fuera del acuerdo, no reflexionen sobre el mensaje que quieren enviar a esa sociedad atacada por la sinrazón y el fanatismo y se mantengan fuera del Pacto, por mucho que los primeros acudan hoy como observadores, porque los segundos ni aparecerán. Quedará claro una vez más que no sirven a la gente, sino sólo a ellos y a su concepción desquiciada de la convivencia y de España. Podemos estará presente también como observador, pero eso ya no vale, es una mala coartada para salvar la cara, lo que no conseguirán con patrañas como que todos los allí presentes quieren recortar las libertades en nuestro país. Por lo demás, el Pacto está obligado a refrendar la confianza en el trabajo bien hecho de todos los que combaten al terrorismo en nuestro país y a comprometerse con la unidad política como arma decisiva de la democracia contra los asesinos. No es un consenso del miedo, como dijo IU despectivamente, es un frente por la libertad del que sólo se quedan fuera aquellos que no creen que ser libre es el bien supremo que estamos obligados a defender por todos los medios del Estado de Derecho.
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