Unión Europea
Los británicos pagan la frivolidad del Brexit
Se han cumplido dos meses del referéndum que avaló la salida de Reino Unido de la UE. Hoy, mientras se demora casi «sine die» la materialización de ese Brexit, los indicadores económicos del país comienzan a sentir ya los efectos negativos de lo que está por llegar en un futuro. Los tres pilares más notables de la economía británica –el sector servicios, la industria y la construcción– padecen un parón alarmante, con caídas desconocidas desde hace años. Tal es así que algunos de los gabinetes de estudios más prestigiosos alertan sobre un retroceso de la economía hasta cifras no vistas desde el inicio de la crisis, y se habla de que podría caer un 0,4% en el tercer trimestre. Con la libra en mínimos de los últimos tres años, la marcha de las exportaciones –beneficiadas por esa moneda débil– apenas compensa el impacto de unas importaciones más gravosas que pueden acabar pagando los consumidores, por lo que no sorprende que la confianza de éstos en julio haya sufrido un desplome desconocido en los últimos 26 años. El pueblo británico está a las puertas de recibir una severa lección, cuyo alcance aún no somos capaces de pronosticar. El resto de los europeos estamos obligados a aprender y a rehuir esa misma senda de caos y empobrecimiento que se cierne sobre Reino Unido. No hay milagros en política ni en economía, ni hay un futuro próspero fuera del Estado de Derecho ni de la certidumbre y el cobijo que nos aseguran la cohesión y el entendimiento del Estado y de la Unión.
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