El desafío independentista
Los niños como escudos humanos de la sedición
La instrumentalización de los menores ha sido un denominador común en los regímenes autoritarios. El adoctrinamiento y el uso perverso de la inocencia infantil ha marcado no sólo el carácter totalitario de un movimiento, sino también el grado de depravación moral al que se ha estado dispuesto a llegar para alcanzar los objetivos del mismo. El separatismo catalán ha desbordado toda barrera de contención ética en este aspecto. Los frutos amargos de su proyecto de ingeniería social en las escuelas durante décadas están hoy a la vista de cualquier observador objetivo. Y si había alguna duda, las imágenes de los niños en las manifestaciones independentistas y en la pegada de carteles o las de los pequeños envueltos en las esteladas en estos días previos al referéndum ilegal confirman el grado de vileza de los promotores del golpe, así como las secuelas de la grave patología que padece parte de esa sociedad. Y rotos los diques de la contención y del respeto al niño, el separatismo se dispone a utilizarlos de «escudos humanos» en los colegios señalados como centros electorales para la consulta del domingo con el propósito de impedir la actuación de las fuerzas de seguridad. Se han ideado jornadas de puertas abiertas y fiestas de «inicio de curso» para que los pequeños y sus familias ocupen el centro el 1-O. Incluso hay escuelas en las que las celebraciones arrancan hoy y contemplan que los niños duerman allí hasta el día D. Todo vale y el fin justifica los medios. Pero la democracia está obligada a que este inmoral e indecente proceder no quede impune.
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