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El paro registrado bajó en junio en 127.248 personas, lo que supone el mayor descenso mensual en toda la serie histórica. Se trata, además, del cuarto descenso consecutivo en el número de desempleados y, lo que es más significativo, puesto que se trata de un dato desestacionalizado, el primer semestre de este año de 2013 representa, en lo que se refiere al mercado de trabajo, el mejor inicio de año desde 2006. Desde que la reforma laboral entró en vigor, la tasa interanual de desempleo ha caído del 12,5 por ciento al 3,22 por ciento. También se ha reducido el paro juvenil, el que se refiere a los menores de 25 años, que en junio registró 34.000 jóvenes parados menos. Por su parte, la afiliación media a la Seguridad Social ha aumentado en este mes de junio en 26.853 personas, lo que supone el cuarto crecimiento consecutivo del año, animado por la contratación estival pero, también, por el buen comportamiento del comercio. Por último, la tasa de crecimiento intermensual en la afiliación de nuevos autónomos registra un fuerte incremento y multiplica por cuatro a la registrada entre los trabajadores por cuenta ajena. Éstos son los datos que lleva hoy a Berlín el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, donde asistirá a la Conferencia para la Promoción del Empleo Juvenil, organizada por la canciller alemana, Angela Merkel. Objetivamente, son buenos datos que hay que analizar desde una perspectiva más general de la economía española, en la que se pueden advertir signos esperanzadores de que la mejora está en marcha. Desde la balanza exterior hasta el crecimiento sostenido de las exportaciones, pasando por el desendeudamiento de las familias y el buen comportamiento del turismo, los indicios son positivos. Si, además, tenemos en cuenta el cambio producido en la agenda de la Unión Europea, con un giro favorable a las posiciones españolas, se puede afirmar que lo peor de la recesión ha pasado o está en sus últimos compases. Pero esto no significa que la situación haya dejado de ser grave, como se encargan de recordarnos nuestros gestores políticos. En efecto, España tiene aún mucho trabajo por delante, pero tampoco es bueno cubrir con un manto de prudente sordina las buenas noticias. Si miramos de dónde venimos –cuando hubo que abordar la reducción del déficit público en plena recesión, sin acceso a financiación internacional con la prima de riesgo por encima de los 600 puntos, la morosidad de las administraciones públicas disparada, con una compleja reconversión bancaria en puertas, sin crédito para las pymes y las familias, y con nuestra imagen internacional deteriorada– podemos afirmar sin triunfalismos que el esfuerzo de todos, también la gestión de Gobierno de Rajoy, no ha sido baldío. Hay que seguir actuando con rigor, pero vamos mucho mejor.