Maternidad subrogada
No es maternidad, es negociar con la miseria
La extendida noción de que existe un derecho absoluto a tener hijos propios lleva al fomento de prácticas que, cuando menos, rayan las fronteras de la ética más elemental. Nos referimos a la llamada «maternidad subrogada», acuerdo comercial por el que una mujer fértil gesta el hijo de otra persona y renuncia a cualquier derecho sobre el hijo nacido a cambio de una cantidad de dinero. El asunto, por más que algunas asociaciones traten de impregnarlo de altruismo, aboca a la explotación de aquellas mujeres en peor situación económica, convertidas en simples objetos reproductores, y fuente de millonarios ingresos para los intermediarios. El hecho de que esta práctica suscite un rechazo general, por encima de ideologías o creencias religiosas –el propio candidato a la presidencia francesa, Emmanuel Macron, se declara frontalmente contrario a esta especie de trata en la entrevista que hoy publica LA RAZÓN– pone de manifiesto la frivolidad con que algunos políticos españoles, como el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, han abordado el asunto, con propuestas de legalización apresuradas y sin análisis previos. Pero, al mismo tiempo, la situación de alegalidad del alquiler de úteros en España permite que se celebren ferias, como la de ayer en Madrid, donde se ofertan jóvenes madres ucranianas o estadounidenses por cifras que van de los 42.000 a los 211.000 euros. Puro mercantilismo que hay que atajar.
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