Mariano Rajoy
Rajoy, la mejor garantía para la estabilidad democrática
La sesión de investidura del pasado sábado, en la que Mariano Rajoy fue elegido presidente del Gobierno, permitió visualizar como nunca la compleja composición de las Cortes. Nunca hasta ahora desde la restauración democrática habían quedado tan claramente delimitados dos bandos –deseamos que no irreconciliables– sin apenas posibilidades de introducir matices. En un lado están los constitucionalistas y, en el otro, una amalgama de grupos radicalizados, de verbo encendido, escasas propuestas y con un ansia irrefrenable de poner en entredicho el mismo sistema parlamentario que los acoge. Esperemos que la legislatura pula las aristas más cortantes y permita que partidos como el PNV (el gesto de su portavoz, Aitor Esteban, felicitando a Rajoy honra a la «vieja política») encuentre fórmulas de colaboración con la mayoría parlamentaria. Los nacionalistas catalanes de la ex Convergència demostraron su irrelevancia y su complacencia con el griterío general. En la retina de los ciudadanos han quedado marcados algunos momentos de esa histórica sesión, sobre todo el monumento a la injuria que levantó ERC, el regocijo de sus cómplices y la dignidad de los constitucionalistas. Esa imagen de unidad debería ser la «idea fuerza» de la legislatura. Podría ser, por lo tanto, fácil suponer que la legislatura será corta, como así apunta un sondeo de NC Report: aunque el 44,5% cree que será una legislatura larga, el 43% piensa lo contrario. Sobre si Rajoy debe adelantar elecciones, un 48% es contrario, pero un 40,5% está a favor. Como decíamos, sería fácil, vista la investidura y después de constatar que la «nueva izquierda» –de viejas banderas– y el independentismo han abierto la vía de la desligitimación del sistema, interpretar que la legislatura será más corta de lo deseable. El papel desempeñado por el ya presidente del Gobierno fue central en la construcción de una mayoría parlamentaria moderada, reformista y consciente del trabajo por hacer y de los riesgos que supone demonizar la política para conseguir réditos electorales. Se abre, sin embargo, un capítulo inédito en nuestro parlamentarismo reciente: quién ejercerá la oposición. Si bien el PSOE ha anunciado, como es lógico, su ejercicio, tiene el reto de demostrar con inteligencia política que haber permitido el desbloqueo de la situación no le impide fiscalizar la labor del Ejecutivo. Está en juego nuestra salud democrática. El 50% considera que Pedro Sánchez no volverá a liderar el PSOE y que, por lo tanto, el partido debe recuperar el papel central que siempre ha tenido en la sociedad española. Un 29,5% de los encuestados consideran que serán los socialistas quienes lideren la oposición, frente al 29% que cree que será Pablo Iglesias quien tenga esta función. Pero nada apunta a que Podemos se vaya a esmerar mucho en la tarea legislativa si realmente se aplica la estrategia de su secretario general de compaginar la agitación en la calle con el Parlamento. Sobre este último aspecto, un 74,5% no duda en mostrarse contrario a que se recurra a manifestaciones para alcanzar objetivos políticos. El orden de prioridades de los temas a los que debe enfrentarse el nuevo Gobierno deja muy claro que los asuntos socioeconómicos siguen siendo los más importantes: economía, empleo, pensiones, protección social y política fiscal, seguidos de la Educación y la organización territorial. Estamos convencidos de que Rajoy liderará con temple y responsabilidad este nuevo periodo.
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