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Refugiados: la solución está fuera de Europa
Más allá de las posiciones maximalistas que enfrentan al núcleo medular de la Unión Europea con los nuevos socios del Este sobre la manera de resolver el actual problema migratorio, parece abrirse paso la convicción de que la solución hay que buscarla fuera de las fronteras del Viejo Continente, a menos que se quiera correr el riesgo de dañar el irreversiblemente proceso de ampliación de Europa. En efecto, poca mella pueden hacer las amenazas de retirar los fondos de cohesión a unos países que no se niegan a acoger a los refugiados por meras cuestiones económicas, sino por razones mucho más complejas de abordar, como es el rechazo a la emigración de procedencia musulmana, firmemente arraigado entre sus poblaciones, o el temor a perder una soberanía que no pudieron ejercer hasta la caída del Muro de Berlín. Ayer, en la cumbre extraordinaria de Bruselas, los principales líderes europeos plantearon un cambio de estrategia que incluye multiplicar la ayuda financiera a Jordania, Turquía y el Líbano, para que puedan mejorar las condiciones de vida en los campamentos de los refugiados sirios e iraquíes instalados en su territorio. Tal vez no sea suficiente, pero, unido a un refuerzo de las fronteras exteriores de la UE, ejercerá un efecto disuasorio.
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