Gobierno de España

Sánchez no puede eludir al Parlamento

La Razón
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El desembarco al fin de los 83 inmigrantes que quedaban a bordo del Open Arms en el puerto italiano de Lampedusa fue el único aspecto mínimamente positivo de la travesía del navío de la ONG española desde que embarcara a un grupo de personas sin papeles y por tanto en situación irregular en las proximidades de las costas norteafricanas con destino Europa. El resto de este bochornoso episodio, que es casi todo, con el foco mediático bien fijado y a diario sobre su evolución, ha dejado en evidencia las conductas de los principales protagonistas de un pulso con aspecto de transacción y vidas en juego. Entre ellos, el presidente del Gobierno en funciones que ha dirigido una sinfonía de torpeza, incapacidad y demagogia en la gestión de la crisis, con constantes contradicciones, que culminó con el envío a Italia del buque «Audaz» de la Armada para poner punto final a la desventura, como oportunamente se encargó de poner de manifiesto a través de Twitter. A esa ahora de la tarde del martes, Pedro Sánchez no sabía aún que la Justicia italiana se le iba a adelantar con la orden del secuestro provisional del barco de la ONG por razones sanitarias. Hay, por tanto, sobrados motivos para que el jefe del Ejecutivo, que hoy abandonará su retiro vacacional que sólo ha dejado para hacerse presente a modo de tuit, comparezca con urgencia en el Congreso para explicar la política migratoria y su papel indispensable en la calamidad del Open Arms, como pidieron ayer PP y Ciudadanos. La imagen internacional de España e incluso su seguridad se han visto comprometidos, con un buque de la Armada de por medio, con una toma de decisiones desde Doñana marcada por la voluntad de contradecirse día a día, sin orden ni concierto, y con un trazo electoralista indeleble. Esperamos que el presidente no tome atajos ni se esconda tras coartadas reglamentistas para eludir el control parlamentario que tanto exigió a si antecesor en La Moncloa. Pues la provisionalidad institucional actual no justificaría en este caso el desplante a las Cortes ante la gravedad de un asunto como la inmigración irregular para nuestro país en el que ni los bandazos ni los discursos buenistas de efecto llamada ayudan a reconducir un fenómeno de por sí abrumador. Por eso, no podemos ignorar, no debe hacerlo Pedro Sánchez ni el resto de los socios europeos, que la última desdicha del Open Arms ha sido una de las muchas que jalonan las peripecias del tráfico de seres humanos en el Mediterráneo y de la que debemos extraer lecturas clarificadoras sobre lo que está ocurriendo y a qué intereses sirven. En concreto el caso de la ONG española es paradigmático sobre organizaciones beneficiadas con suculentas subvenciones, que surcan el Mediterráneo para desarrollar una actividad en situación de flagrante irregularidad cuando no de ilegalidad, pues no disponen de los permisos para el rescate de personas ni la embarcación reúne las condiciones debidas para hacerse cargo de un grupo de personas importante. Si a ese dato esencial, que ya oscurece de por sí las andanzas de estos personajes, le sumamos las violaciones continuadas del derecho marítimo y de los convenios internacionales, incluso de la legislación española, cabe, entonces, preguntarse si los presuntos salvadores que trasiegan con vidas humanas en barcos sin el estado de habitabilidad preciso, sin amparo legal ni conformidad con país alguno, están al servicio de la causa más noble o hacen el juego a las mafias de la trata que se lucran con la desesperación humana. No puede haber patentes de corso que valgan, pero es también cierto que estos lamentables episodios demuestran el fracaso de la Unión Europea para responder a uno de los retos decisivos que tiene por delante y que no desaparecerá por mucho que se pronuncie con discursos grandilocuentes y diseñe políticas impostadas para aliviar malas conciencias.