Gobierno de España

Semana clave para tener Gobierno

La Razón
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España transita por estas semanas de estío sumida aún en la provisionalidad que arrastra desde diciembre del pasado año. Aunque agosto parezca templar las tensiones derivadas de una situación de bloqueo capitaneada fundamentalmente por el PSOE de Pedro Sánchez, el deterioro de la situación no se frena y los riesgos inherentes a la inestabilidad crecen. Tras las elecciones del 26-J, y el subsiguiente veredicto de las urnas, entendíamos que se había entrado en un terreno propicio para que España pudiera contar de una vez con un Gobierno presidido por Mariano Rajoy como claro vencedor de las generales. Pero, a estas alturas, los socialistas no han querido o no han sabido asumir el nítido mandato de los españoles y actuar en consecuencia para que el país pueda pasar página y afrontar los complejos retos que tiene por delante. El grado de irresponsabilidad mostrado por Pedro Sánchez y su círculo de leales en Ferraz merece la mayor de las censuras y, al margen del perjuicio para el interés general, ha causado un daño veremos si reparable a su partido. Hemos entrado en la que debe ser una semana trascendente para dirimir el desenlace del panorama político nacional. La reunión del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Popular de mañana, que debatirá sobre las seis condiciones planteadas por Ciudadanos a cambio de apoyar la investidura de Mariano Rajoy como jefe del Ejecutivo, parece que servirá para avanzar en esa confluencia entre ambas formaciones, si bien, como no podía ser de otra forma, los populares se reservarán la introducción de los matices propios de una negociación con nada sencillas derivadas jurídicas, propias de las reformas legales que serán necesarias. Nada de extraño tiene que el PP afronte la posición de Albert Rivera como un documento de trabajo y no como un contrato de adhesión, aunque la impresión, que también es lo deseable, es que la predisposición al acuerdo de las partes lo aproxima. Si la voluntad de Rajoy y Rivera parece firme en el deseo de que España cuente con un Gobierno del partido que venció en las elecciones, y que se pueda reemprender el proceso reformista que el país precisa para fortalecer el crecimiento y crear empleo, el PSOE está ante una de sus decisiones más cruciales de los últimos años. En estos días, en esta semana tal vez, Pedro Sánchez y los barones del partido tendrán que mover ficha y transmitir a los españoles si permitirán que la nación pueda avanzar o que permanezca en el limbo actual, con riesgo cierto de retroceso. En definitiva, deberán aclararnos qué intereses priman en sus decisiones: los del líder o los de la gente. Aferrarse al discurso del «no» y condenar al país a unas terceras elecciones generales con todo lo que supondría de parálisis e incertidumbre caería bajo su entera responsabilidad. Cabe pensar que los dirigentes sensatos del PSOE, que los hay y que ya se han pronunciado, aunque con poco éxito, puedan doblegar la voluntad de un líder empecinado en lanzarse al vacío y que le hagan entrar en razón por el bien de todos, también el de sus propias siglas. Tanto el PP como Ciudadanos han insistido estos días en que los partidos deben abandonar el tacticismo y tener altura de miras en unas horas en las que España se juega mucho. La actitud de Pedro Sánchez no invita al optimismo, aunque veremos si su silencio –lleva dos semanas sin decir palabra sobre las negociaciones de la investidura– le ha servido para entender que lidera un partido que debe tener sentido de Estado como lo tuvo en otras encrucijadas complicadas en estos años de democracia. España necesita un Gobierno que gobierne y una oposición que ejerza su función constitucional, y lo necesita ya. Nada de eso será posible si Pedro Sánchez se obstina en el discurso del cuanto peor, mejor, y ninguno de los suyos hace algo para impedirlo.