Guerras y conflictos
Temor a que la caída de Mosul provoque la «venganza» del EI
La guerra abierta contra el Estado Islámico (EI) en territorio Iraquí y Sirio puede dar un vuelco en los próximos días si finalmente cae la ciudad de Mosul, considerada la capital del autoproclamado califato y el estandarte de su expansión territorial en la zona. En junio de 2014, no más de 1.500 terroristas del EI tomaron la ciudad, la tercera de Irak, situada en el norte del país y a 400 kilómetros de Bagdad, lo que provocó la desbandada de las tropas iraquíes y evidenció su debilidad militar. La caída en dominó de otros enclaves dejó desprotegida a la población de mayoría suní. No olvidemos, además, el alto valor simbólico que tuvo el hecho de que la población cristiana se viese obligada a huir, un éxodo forzoso por primera vez en dos mil años. Irak recompuso sus unidades diezmadas y mal organizadas y la coalición internacional orientó su política, una vez que Rusia decidió intervenir en Siria. Todo indica que los golpes recibidos en el territorio ocupado por el EI pueden suponer que abandone la estrategia de construir un califato. De todas maneras, antes de que se produzca la caída de Mosul, los yihadistas agotarán todos sus recursos destructivos, que no son pocos, incluido el uso de escudos humanos (hay pruebas de que han trasladado hacia el norte a más de 25.000 secuestrados). Un paso definitivo sería la caída de Raqa, la capital del califato en Siria, considerada el principal centro operativo de los yihadistas. Sin embargo, la derrota del EI en estos territorios no sería el final de esta organización criminal, sino que abriría un cambio en su estrategia, según los expertos antiterroristas. De la guerra «convencional» pasaría al uso de métodos aún más violentos e indiscriminados: se teme que el objetivo sean las capitales occidentales y otras de África y Asia. Dado que ya no se tratará de defender los territorios ocupados y de expandirlos, todo indica, según las mismas fuentes, que querrán «vengar» su retirada. Desde el punto de vista destructivo y de su capacidad de ensañamiento con las víctimas, supera a Al Qaeda, como quedó registrado en sus vídeos de matanzas de rehenes. Se abre, por lo tanto, un nuevo escenario en la lucha contra el yihadismo, aunque no desconocido. Puesta ya en práctica esta estrategia en los ataques contra objetivos civiles de París y otras ciudades de Bélgica y Alemania, no quedará más opción que redoblar las medidas antiterroristas y fortalecer los gobiernos en estas áreas. Si el Estado Islámico es derrotado en Irak y Siria, o por lo menos en su pretensión de instaurar su «gran califato», el conflicto entra en una nueva fase. Hay muchas incógnitas abiertas sobre el futuro inmediato. Por un lado, el papel de la coalición internacional, de manera especial la misión de Rusia: ayer mismo el Kremlin protestó ante Estados Unidos y la OTAN por haber impedido que su flota camino de Siria repostase en Ceuta, lo que fue interpretado como que los aliados se «han equivocado de enemigo». Dentro de esta escalada verbal, el secretario del Consejo de Seguridad de Rusia ha declarado que el sistema de defensa antimisiles de EE UU en Europa puede ser utilizado para atacar objetivos estratégicos rusos. Por otra parte, una posible derrota del EI en Irak no llevaría a la normalidad del país. La presencia de las milicias chiíes con sus banderas verdes, que a lo largo de todo el fin de semana han actuado en la retaguardia yihadista con el apoyo de Irán, ha sido vista con mucho resquemor por la mayoritaria comunidad suní. Puede ganarse una batalla, pero la victoria queda lejos.
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