Internacional

Trump cierra el paso a Putin

La Razón
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Las advertencias dirigidas a Moscú por el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, de que Washington nunca aceptará una solución en Siria que pase por mantener en el poder a cualquier miembro de la dinastía de los Asad pone a Vladimir Putin ante el fracaso patente de su estrategia exterior para el Mediterráneo oriental. En efecto, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, lejos de confirmar el desistimiento estadounidense en la guerra civil siria, ha supuesto una vuelta a la política que mantenía Barack Obama de no considerar al régimen sirio ni siquiera como un «mal menor» frente a la amenaza del integrismo islamista, pero con una diferencia sustancial: Trump no se ha limitado a las palabras, sino que ha enviado a Moscú y a sus aliados en la zona un aviso inequívoco de que está dispuesto a tomar las medidas que sean necesarias para hacer cumplir sus propósitos. De momento, la Casa Blanca ha recordado con el ataque a la base aérea de Shairat que no existe un solo lugar en Siria, y también en Irán o en el sur del Líbano, que no pueda ser alcanzado por sus misiles de crucero y que, pese a todas las bravatas del Kremlin, la superioridad militar estadounidense en el escenario de una guerra convencional sigue siendo aplastante. Como hay que suponer que este tipo de acciones van a repetirse en el futuro, sin que importe la excusa que alegue Washington, el presidente ruso se verá compelido a una difícil decisión: aguantar el envite tratando de frenar los ataques norteamericanos –decisión que puede llevar a un enfrentamiento mayor en el que saldría seguramente derrotado– o aceptar la oferta de colaboración norteamericana, que ayer planteó Tillerson, para buscar un final consensuado a la guerra civil siria, sin los Asad ni, por supuesto, los integristas islámicos, y que, en último caso, le permita mantener las facilidades del puerto de Latakia para la flota rusa del Mediterráneo. La propuesta norteamericana, que lleva el compromiso explícito de que se mantendrá la integridad territorial de Siria, no sólo es la única razonable ante la alternativa de mantener a sangre y fuego un régimen totalitario como el de Damasco, sino que sería perfectamente factible si se dieran garantías a las minorías cristiana, drusa, kurda y alawí, y a los ciudadanos sirios que se consideran laicos y no quieren vivir bajo un estado confesional islámico, de que sus derechos van a ser respetados. En cualquier caso, no caben componendas con un Gobierno como el de Vladimir Putin, que nunca ha dudado en imponerse por la fuerza allí donde le ha sido posible. En este sentido, conviene que la Unión Europea adopte una posición clara y firme de apoyo a la Casa Blanca, que vaya mucho más allá de la retórica al uso y de la expresión de buenos deseos. Está bien aprobar las acciones militares norteamericanas, pero sería mucho más útil si Moscú sintiera la presión combinada de todos los países occidentales con avisos creíbles de que no va a poder salirse con la suya. Mientras no se consiga la estabilidad en Siria, se mantendrá la amenaza del yihadismo en Europa. Lo mismo reza para el caso de Pekín y su padrinazgo sobre la tiranía de Corea del Norte.China es el apoyo determinante de un régimen como el de Kim, que ha pasado de las amenazas retóricas a convertirse en un auténtico peligro nuclear para los vecinos de la zona, y debe actuar en consecuencia si pretende que se le considere como un país fiable en el concierto internacional de las naciones. Los tiempos en que un dictador y asesino de su propio pueblo podía amenazar impunemente al mundo deben ser cosas del pasado. Allí está la Armada norteamericana para recordárselo al régimen comunista chino.