El desafío independentista
El independentismo «fake» de Cataluña
Las pasadas elecciones generales ofrecieron la última foto fija de la sociedad catalana. Aunque es cierto que las opciones separatistas lograron el mejor resultado de su historia en unos comicios a Cortes, también lo es que no pasaron del 40% de los votos. En tiempos de «fake news», el separatismo suele presentar como dogma la imagen de la sociedad como un solo pueblo que busca su destino histórico. Pero la verdad es otra. Las urnas lo han probado con insistencia. El último sondeo del CEO de la Generalitat –el CIS catalán– confirmó ayer una tendencia que enmienda el discurso segregador. Los contrarios a la ruptura con el resto de España superan hoy a los favorables por primera vez desde junio de 2017 en línea con una dinámica acentuada en los últimos meses. El estudio nos deja otra variable que haría recapacitar a cualquier político mínimamente responsable como es que solo el 26% de los preguntados se siente exclusivamente catalán. ¿Se puede hablar de afán independentista con un 26%? Hablamos de la estafa moral y anímica de una casta que tiene la independencia como modo de vida. Y ello tras décadas de un proyecto de ingeniería social sin límite de gasto, un rodillo mediático extraordinario, una ley electoral que sobrerrepresenta los sufragios separatistas y un Estado desmovilizado en Cataluña que debe reconsiderar su contemplativa actitud.
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