El trípode

España, nación Inmaculista

España ha destacado en la Historia como la «nación que más luchó para que amaneciera el día en que ese dogma de fe fuera definido»

Hoy 8 de diciembre, se celebra la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María: Hija predilecta de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa mística de Dios Espíritu Santo. Es el tercero de los actuales cuatro Dogmas Marianos, junto al de Su Maternidad Divina y el de su Perpetua Virginidad –antes, durante y después del parto– y el de su Asunción gloriosa a los Cielos en cuerpo y alma. Fue definido por el beato Papa Pío IX tal día como hoy de 1854, tras siglos de debate teológico y doctrinal entre los partidarios –que lideraron los franciscanos, destacando Duns Escoto entre ellos– y los dominicos, como los opuestos a la «más Pía opinión». Tal pareciera que ese debatido dogma era de tan singular importancia en los inescrutables designios de la Providencia, que quiso rebrotara su devoción popular al decidir que había llegado el momento de ser reconocida la Concepción Inmaculada de María como una «verdad de fe, divinamente revelada», es decir, como un dogma. Para ello se reveló en 1830 en la Rue du Bac de París mostrando la medalla, que era la de la Inmaculada y que pasó a denominarse como la «Milagrosa» por la gran cantidad de curaciones y conversiones extraordinarias, vividas por los parisinos que llevaban la medalla con devoción, al suceder una gran epidemia de cólera también en París dos años después. Doce años más tarde de la aparición de la Rue du Bac, María Milagrosa (la Inmaculada) se apareció en Sant’Andrea delle Fratte, junto a la Plaza de España en Roma, y convirtió instantáneamente a Alfonso de Ratisbona, joven judío y destacado anticristiano, que causó un gran impacto en la entonces capital de los Estados Pontificios, dada además su reconocida personalidad. Y otros 12 años después, en 1854, fue definido el dogma. Y para facilitar su difusión y su devoción popular, la Virgen María se apareció en Lourdes en 1858 identificándose como «La Inmaculada Concepción». España ha destacado en la Historia como la «nación que más luchó para que amaneciera el día en que ese dogma de fe fuera definido». Así lo afirmó en 1857 Pío IX, cuando decidió que «en honor a España» el primer monumento a la Inmaculada fuera colocado precisamente en la Plaza de España de Roma. Desde la Cristiandad, los sucesivos reyes hispanos ya le tenían devoción, destacando el Milagro de Empel del 7/8 de diciembre de 1585, que salvó la vida a los soldados de los Tercios de Flandes que combatían en la zona. En 1760, un siglo antes del dogma, Carlos III solicitó –y fue designada por Clemente XIII– como Patrona de España y las Indias.